La voz del Obispo

Educación y evangelización para la construcción de la paz

Con tristeza, indignación e impotencia vivimos día a día el crecimiento exponencial de crímenes atroces en nuestra nación: violencia intrafamiliar, feminicidios, discriminación, corrupción, homicidios, crecimiento del crimen organizado, trata de personas, desapariciones forzadas y un largo etcétera.

Los obispos en nuestra Exhortación Pastoral “Que en Cristo Nuestra Paz. México tenga vida Digna”, hemos expresado que la realidad de la inseguridad y la violencia es compleja y multidimensional, pero no se puede atribuir a una sola causa; hacerlo sería ingenuo y nos llevaría a pretender una única solución a una problemática de magnitud insospechada.

Hay que subrayar con fuerza que la educación y la evangelización de todos, en particular de las nuevas generaciones, son aspectos decisivos en la construcción de la paz y la regeneración del tejido social, pues Cristo, su amor y su evangelio, son capaces de transformar la realidad personal, familiar y social, cuando se lo permitimos.

En este sentido, resulta urgente e irrenunciable, que cada bautizado, desde su propia vocación, sea un auténtico misionero que difunda la luz del evangelio a su alrededor. El evangelio no solo ha de tocar la vida personal, sino la realidad familiar y social, y con ello las estructuras y ambientes cruciales para la vida de la comunidad: la cultura, la economía, la política, los proyectos de desarrollo, la educación, etc.

¿Qué hacer y cómo contribuir, como bautizados, a construir un sociedad más respetuosa y pacífica? Sin duda, en el ámbito social, son muchas las tareas al respecto, y a cada uno nos corresponde asumir las propias, en primer lugar los deberes intrínsecos a la vocación específica de cada uno y de su lugar en la
sociedad. Pero mencionemos además algunas responsabilidades y acciones que como bautizados nos competen y pueden abonar en la construcción de la paz:

Tomar conciencia de la realidad.

Profundizar en el conocimiento y comprensión de las diversas causas que generan la violencia y el deterioro del tejido social.

Fortalecer la educación y la evangelización:
La raíz más profunda de los males enunciados está en el corazón humano, y por lo tanto, un ámbito esencial para su solución es, justamente, el trabajo de educativo, el acompañamiento y la evangelización de las personas, y en particular de las familias, de los niños, adolescentes y jóvenes. “Por encima de todo, vigila tu corazón, porque de él brota la vida” (Prov. 4,23), nos dice la Sagrada Escritura en el libro de los Proverbios. Como discípulos de Cristo es mucho lo que podemos y debemos aportar para la prevención, a largo plazo de tantas expresiones de violencia e indolencia criminal como la que estamos viviendo en México. Resulta crucial atender adecuadamente la educación familiar, los proyectos educativos, las políticas escolares, la sensibilización social, la solidaridad, los voluntariados, la predicación profética y la denuncia, en suma, la evangelización. 

Generar o fortalecer espacios de desarrollo para todos.

Crear, implementar y/o mejorar espacios e instancias de acogida, respeto y promoción de todos, en particular de niños, adolescentes y jóvenes.

Participar en voluntariados e iniciativas de solidaridad y apoyo para las personas más necesitadas. Ello, además de brindar apoyo a quienes lo requieren,nos sensibiliza y nos ayuda a profundizar en nuestros deberes humanitarios y sociales.

Acompañar, desde las propias competencias y posibilidades, a las víctimas y a sus familiares.

Atender social y pastoralmente a los niños, adolescentes y jóvenes. En este sentido, las políticas educativas y todo lo que como Estado, sociedad, Iglesia y familias hagamos por la educación de las nuevas generaciones será decisivo. Este punto es urgente, inaplazable, es quizás uno de los aspectos medulares que podrán ir generando un cambio, aún cuando sea lento.

Vivir y promover el uso responsable de los medios de información y comunicación, en particular de las redes digitales.

Que Santa María, Reina de la paz, nos ayude a fortalecer nuestro compromiso en favor de la reconciliación y la paz, particularmente a través de la educación y la evangelización.

    Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza

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