¿Cómo celebraremos la próxima Navidad?

Para responder a esta pregunta hemos de hacernos una pregunta similar:  ¿qué significa celebrar el misterio de la Encarnación?

Celebrar el misterio de la Encarnación significa dejar que Cristo tome forma en nosotros. “Que él crezca y que yo venga a menos”, como decía San Juan Bautista. Y ¿qué significa “dejar que Cristo tome forma en nosotros”? Juan el Bautista nos ayuda cuando dice que “toda colina será rebajada”. ¿Qué colinas impiden que Cristo aparezca en nuestras vidas? Quizá la colina del orgullo, la vanidad, la soberbia. “Todo Valle será rebajado” ¿Qué valles hemos de rellenar? Quizá los vacíos de nuestra vida como la depresión, los fracasos y la tristeza. Ahí no se manifiestan los criterios, rasgos y actitudes del Hijo de Dios porque sólo Dios llena el corazón del hombre. “Todo lo tortuosos será enderezado” ¿Cómo enderezar lo torcido de nuestra vida que no deja aparecer en nosotros los rasgos del Hijo de Dios? Quizá rectificar nuestra intención, quizá dejar de decir mentiras o dejar de llevar una vida doble o deshonesta. Finalmente, “lo escabroso se hará llano”. ¿Cómo allanar los caminos al Señor? Quizá va bien revisar nuestro carácter que, a veces, es áspero, duro, susceptible, etc. y así no aparece el Hijo de Dios en nuestra vida.

Ya hemos celebrado navidades en donde terminamos con unos kilos de más por los excesos en la comida, en donde hay discusiones familiares, los bolsillos vacíos y las tarjetas hasta el tope y con un gran vacío interior.

Nosotros podremos escoger cómo celebraremos la Navidad. Ojalá que escojamos dejar que Cristo tome forme en nosotros, que “Él aparezca y que yo venga a menos”, que aparezca Jesús porque sin Jesús no hay Navidad. Pero dejando que Cristo tome forma en nosotros podremos hacer espacio y manifestar en nuestras vidas a Jesús.

Sólo así, sólo si Jesús está presente en un cristiano, podemos decir con toda propiedad “Feliz Navidad”. San Juan de Ávila decía que hay que preparar un espacio al Hijo de Dios, haciendo un pesebre en nuestro corazón, donde la base sea la humildad; las paredes, las cuatro virtudes cardinales (justicia, fortaleza, templanza y prudencia), y el techo la virtud de la caridad. Abramos espacio al Hijo de Dios en nuestra vida haciéndole esta casita y dejando que Él tome forma en nosotros. Si Jesús está en nuestras vidas, si Jesús se hace presente en tu vida y en la mía, si abrimos espacio en nuestros hogares, en nuestros centros de trabajo, de escuela o entre nuestros vecinos, podremos celebrar una gran y feliz Navidad.

Más artículos del autor:  El sí y no de la sinodalidad

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Mons. Carlos Samaniego

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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