La voz del Obispo

Ayuno Eucarístico no significa ayuno de la Presencia de Dios

Ante la falta de Misas presenciales por cuidar las vidas de nuestros fieles, algunos laicos han expresado su deseo de que se busque la forma para que puedan comulgar ya; otros más comienzan a exigirle a sus pastores que les “devuelvan” la Eucaristía, como si la Presencia de Cristo fuera una “cosa” que pueda confiscarse, o como si fuera un deseo de los pastores el reservar sólo para el sacerdote la comunión con esta Presencia sacramental. ¡Qué bueno que tengan hambre de Cristo! ¡Qué bueno que quieran reconocer su Presencia y entrar en comunión con ella! ¡Qué bueno que amen la Eucaristía!

Leer: ¿Nos hemos quedado sin Misa?

Sin embargo, a todos aquellos que tienen “hambre de Cristo” los quisiera invitar a reflexionar lo siguiente:

¿Es la Eucaristía la única manera de comulgar a Cristo? ¿Será la Eucaristía la única Presencia que debamos desear? Cuando respondemos “amén” frente a una Hostia Consagrada, también decimos “amén” a su presencia eclesial. Es decir, no comulgamos solamente a Cristo Eucaristía, también comulgamos a Cristo presente en nuestro prójimo, en su Palabra y en nuestra Iglesia.

Por lo tanto, hoy no estamos en un ayuno de la Presencia de Cristo, ni está imposibilitada nuestra comunión con Él. A Jesucristo lo podemos seguir comulgando y adorando cada vez que meditamos su Palabra en familia, cada vez que participamos de la Misa y comulgamos espiritualmente, y sobre todo, cada vez que nos preocupamos por amar los más débiles.

La Palabra de Jesús hacía arder los corazones de los discípulos camino a Emaús porque en ella estaba Cristo presente; no hay duda que la Palabra de Dios nos da vida, y quien hace caso a sus preceptos alcanza la Presencia del Señor. Además, la vivencia de la caridad es la comunión más auténtica con Cristo; así lo expresa Jesús: “cuando lo hiciste con el más pequeño de estos, a mí me lo hiciste” (Mt 25,40). Por lo tanto, Dios sigue presente y vivo entre nosotros, y vivir nuestra comunión con Él en estos tiempos extraordinarios, es posible.

Leer: Misas sin fieles

Pareciera que nosotros, sus pastores, al celebrar y comulgar no estamos ayunando junto con ustedes; sin embargo, sí ayunamos también. Ayunamos del Cuerpo de Cristo en la Iglesia. Celebrar frente a una cámara es muy difícil, exige fe para saber que ustedes están viviendo junto con nosotros este momento; no poder ver sus caras y escucharlos en la confesión, es también ayunar del ministerio que alimenta nuestras vidas; no poderlos guiar y acompañar en los grupos eclesiales nos hace sentirnos alejados de nuestros familia que son ustedes; no poder entrar a los hospitales para ungir a los enfermos, ni celebrar sus funerales, duele profundamente. Ustedes son nuestro alimento y en verdad nuestro ayuno de Cristo presente en ustedes duele tanto como el de ustedes al no poderlo recibir sacramentalmente. Que no quede duda que estos tiempos nos están costando a todos, sin embargo, asumimos estas normas sanitarias por amor a la vida de nuestros fieles, y no por cobardía o irresponsabilidad.

Esta situación extraordinaria provocada por la pandemia, es una oportunidad para revalorar la Presencia de Cristo en nuestras familias, en la Palabra de Dios meditada en familia, en la caridad generosa hacia quienes más están sufriendo. No son presencias que se excluyan, sino que se complementan; comulgar me lleva a amar, y amar, me lleva a comulgar. Por ello, hoy que no podemos acercarnos a la Comunión Eucarística, ¡fortalezcamos nuestra relación con Cristo presente en su Palabra, en el prójimo y en su Iglesia! De poco sirve llorar por Cristo Eucaristía, si su ausencia no nos mueve a buscarlo en los demás lugares y personas donde Él también quiere ser amado.

Si al final de esta pandemia regresamos a recibir a Cristo Eucaristía sin haber crecido en nuestro amor por Él en nuestra Iglesia, en nuestro prójimo y en su Palabra, de poco habrá servido este ayuno Eucarístico. Dios, que continúa presente y vivo entre nosotros, guíe nuestros pasos, haga arder nuestros corazones y nos mueva a mejor amarlo tal como hoy Él quiere ser amado.

Por tu Pueblo,

Para tu Gloria,

Siempre tuyo Señor.

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Mons. Héctor M. Pérez

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