La voz del Obispo

Acompañamiento y formación de los laicos

Un escrito del s. II, La Carta a Diogneto, informa que “los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo”, es decir, los cristianos permean con su manera de vivir, con sus costumbres y valores la sociedad donde se hallan presentes.

La categoría “fieles cristianos” incluye a los bautizados, sean clérigos, religiosos o laicos; hoy hablaremos de los laicos. ¿Quién es un laico? ¿Qué hace un laico? Se ha dicho en un sentido muy reductivo que un laico es aquel que no es clérigo, ni religioso, o que los laicos hacen aquello que no hacen los sacerdotes; pero estas definiciones no nos dicen quién “sí” es un laico, ni nos deja claro qué es aquello que “sí” hacen.

Para responder a estas cuestiones nos va bien acercarnos al Concilio Vaticano II. La Constitución Lumen Gentium dice que los laicos son “los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde” (LG 3).

Y ¿Cuál es la parte que a ellos corresponde? El mismo Concilio dice que:

  • El carácter secular es propio y peculiar de los laicos.
  • Por propia vocación, los laicos tratan de edificar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales ordenándolos según Dios.
  • Viven en el siglo, es decir, en todos y casa uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, desde donde contribuyen a la santificación del mundo mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad.
  • A los laicos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales conforme a Cristo para la gloria de Dios.
  • Llevan el plan de Dios sobre el mundo, a saber, restaurar concordemente el orden de las cosas temporales y lo perfeccionen sin cesar.

El mismo Concilio pide a los pastores manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo, y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las cosas temporales.

Entre el quehacer de los laicos sobresale la acción social de los cristianos; el amor a la patria manifestado en el fiel cumplimiento de los deberes civiles y la promoción del bien común de acuerdo a los principios morales del Evangelio.

Se invita a los católicos peritos en los asuntos públicos a que, desde su fe y desde las orientaciones de la doctrina católica, no rehúsen desempeñar cargos públicos sino que los ejerzan puntualmente, procurando el bien común y preparando así el camino al Evangelio.

Otra invitación que hace el Concilio Vaticano II en el documento sobre el Apostolado de los laicos, Apostolicam Actuositatem número 7 a los laicos es cooperar con todos los hombres de buena voluntad en promover cuanto hay de verdadero, de justo, de santo, y de amable en las realidades temporales.

Este documento del Concilio recuerda que el derecho y la obligación de ejercer el apostolado es común a todos los fieles, sean clérigos o seglares, y que éstos tienen también su cometido en la edificación de la Iglesia (AA 27). Y pide a los religiosos que aprecien las obras apostólicas de los laicos entregarse gustosos a ayudar a los laicos en sus obras según el espíritu y las normas de sus institutos (Cf. AA 25).

Por su parte la exhortación postsinodal para América Latina refrenda cuanto en el magisterio del Concilio Vaticano II, a fin de buscar la renovación de la Iglesia en América señalando que  “los ámbitos en los que se realiza la vocación de los fieles laicos son dos: el primero, y más propio de su condición laical, es el de las realidades temporales que están llamados a ordenar según la voluntad de Dios”. Pero va a especificar cómo “la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo se realiza en la diversidad de carismas y ministerios que posee el laicado”.

Señala también que “un segundo ámbito en el que muchos fieles laicos están llamados a trabajar, y que puede llamarse “intraeclesial”. En este sentido hay que decir que muchos laicos en América sienten el legitimo deseo de aportar sus talentos y carismas a “la construcción de la comunidad eclesial como delegados de la Palabra, catequistas, visitadores de enfermos o de encarcelados, animadores de grupos etc.” (Cf. EA 44).

Ecclesia in America sintetiza diciendo que “hay que procurar que este apostolado coexista con la actividad propia de los laicos, en la que no pueden ser suplidos por los sacerdotes: en el ámbito de las realidades temporales”.

Es decir,  ser laico comprometido con el mundo no se contrapone con los servicios intraeclesiales, ni dar un servicio intraeclesial se contrapone con el aporte más especifico de los laicos que está en los deberes de estado.

Existen más documentos del magisterio de la Iglesia como Novo Millenio Ineunte donde destaca la tarea ad intra de los laicos como agentes de pastoral desde la catequesis y la animación litúrgica, entre otras, y la tarea ad extra para “buscar el Reino de Dios ocupándose en las realidades temporales y ordenándolas según Dios”, a fin de llevar a cabo en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde con su empeño por evangelizar y santificar a los hombres (Cf. NMI 46)

Ojalá que cada laico que peregrina en la Arquidiócesis de México descubra su gran vocación y su irrenunciable misión y que juntos, con la Hermanas y Hermanos de Vida consagrada y el ministerio del clero secular pongan de manifiesto la presencia de Cristo en medio del mundo consagrándolo desde dentro, a través de sus deberes de estado en la política, en la economía, en la educación, en el comercio, para ordenar estas realidades terrenas según la voluntad divina para gloria de Dios.

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Mons. Carlos Samaniego

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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