Hoy muchos papás varones se quedan de brazos cruzados ante el declive cultural que vive la sociedad, declive que afecta, no pocas veces, la vida de sus propias familias. Con motivo del Día del Padre, Periódico Presencia entrevista al padre Eduardo Hayen, coordinador de la Dimensión Vida de la Diócesis de Ciudad Juárez.
¿Cómo la ideología de género ataca hoy en día a los hijos?
Padre Hayen: En sus inicios la ideología de género exigía que las personas con atracción hacia el mismo sexo pudieran un trato no discriminatorio. Decían que todos tenían derecho al amor en cualquiera de sus formas. La sociedad fue tolerando esta exigencia. Sin embargo esa no era la única pretensión del colectivo LGBT. Desde hace algunos años la meta que se han propuesto es que la ideología alcance a los niños, que los niños acepten que existe una pluralidad de géneros que se pueden escoger para ejercer libremente la sexualidad. La llamada educación sexual escolar es, en realidad, un adoctrinamiento en esta ideología para que también los niños ejerzan su sexualidad desde temprana edad. No sólo eso. El adoctrinamiento ha dado un paso más: confundir a los niños en su identidad sexual de varones y mujeres, y darles la posibilidad de hacer la transición al sexo contrario mediante la hormonización de sus cuerpos y las cirugías para mutilarse. Se busca deformar el lenguaje para volverlo neutro y hacerlo inclusivo, lo cual destruye el idioma. Acabar con la distinción de sexos es la meta, y los padres que se opongan a esta ideología pueden recibir penas civiles. En algunos países llegan a perder la patria potestad.
¿Podemos visibilizar ataques directos a la figura paterna?
PH: Desde luego. Se dice que el mundo ha estado dominado principalmente por varones, pero lo cierto es que el hombre ha pasado a segundo plano. El protagonismo hoy es de la mujer: sus gustos, preferencias y exigencias son consideradas prioritarias, y la masculinidad se ve como malvada y nociva para el desarrollo de la personalidad. Esto se refleja en políticas públicas como son las cuotas de género que se exigen en la política y en las empresas, las cuales son una estupidez. No se buscan las mejores aptitudes para ocupar un puesto de trabajo, sino lo que se tenga entre las piernas. Todo el énfasis está puesto en conquistar la liberación de la mujer. Ella es la que debe y puede salir sola adelante, con sus hijos, mientras que el esposo y padre se ve como figura tóxica en la familia. Se cree que la presencia y el papel del padre para la procreación y educación de los hijos es prescindible. Esta pérdida de la figura paterna ha puesto en crisis a muchas familias que caminan desequilibradas sin la presencia del hombre en el hogar, con variados desórdenes emocionales en los hijos.
¿Cuál es la relevancia de la figura paterna en este asunto?
PH: El padre tiene una misión específica dentro de la familia: ser la cabeza, el líder, el guía, el protector y custodio de quienes integran el círculo familiar. Un niño necesita un modelo masculino para convertirse en hombre bien definido en su identidad. Necesita un padre que sea para él un modelo saludable y virtuoso de comportamiento. Si el padre está ausente, el niño buscará pautas para su vida en series de televisión, videojuegos o compañeros de escuela equivocados. Un adolescente necesita atención paterna, más aún que cuando era un niño pequeño. Más del 90 por ciento de los varones delincuentes no han tenido un modelo masculino positivo de conducta en sus vidas. Se ha comprobado que el fracaso escolar, la violencia y otras conductas antisociales se deben a familias donde falta el padre, o donde éste vive desvinculado de la educación de sus hijos. Cuando el padre se implica en la educación del hijo, el beneficiado no sólo es el hijo, sino el padre mismo, ya que los padres implicados suelen tener más éxito en sus trabajos.
¿Qué pueden hacer los padres en contra de estos ataques?
PH: Los varones católicos casados deben, en primer lugar, descubrir la misión para la que Dios los hizo: ser custodios, guías y defensores de su esposa y de sus hijos. No sólo de ellos, sino también de la sociedad. La crisis de moralidad que hoy se vive es, en el fondo, una crisis del varón, quien ha perdido su liderazgo familiar y social, y que es necesario recuperar. También en la Iglesia es necesario que los sacerdotes recuperemos nuestro rol de líderes, guías y custodios de nuestras comunidades. Existe una espiritualidad propia del hombre, en la que se aprende a imitar a Jesús en su sacrificio y en su servicio a la humanidad. Es en el encuentro diario con Cristo donde aprendemos a ser mejores varones. También es necesario aprender a ser padres presentes en las familias, que no sean sólo proveedores sino que brinden tiempo de calidad a sus esposas e hijos.
¿Puede compartir consejos para ser un “padre-escudo” vs ideología de género?
PH: Primero, hay que buscar ser hombres de Dios, personas que lo amen con todo el corazón y obedezcan sus mandamientos. El padre es el sacerdote de la familia, por eso es necesario tener una vida de oración y de sacramentos en la que participen todos en casa. Llevar a la familia hacia Dios y proteger el hogar contra el mal es el objetivo.
Segundo, hay que preparar a los hijos para la batalla espiritual: enseñarles a distinguir entre el bien y el mal –los mandamientos– ya que la vida es un combate contra Satanás. Nuestra salvación eterna depende de este combate.
Tercero, tener el valor de hablar claro a los hijos sobre la cultura de la muerte, sus manifestaciones y sus peligros: el aborto, la eutanasia, la pornografía, la ideología de género, las drogas, el sexo prematrimonial; pero sobre todo promover en el hogar la castidad, el amor y la defensa de la vida.
Cuarto, es importante saber que hay muchos que piensan cristianamente, por lo que hay que asociarse con ellos en la parroquia, el barrio, la escuela o la universidad para compartir la fe, así como la defensa de la cultura de la vida.
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