Hay muy pocas, poquísimas películas sobre el demonio que son buenas. “Nefarious”, es una de ellas, y me ha parecido no sólo buena sino excepcional. La trama de la película gira en torno a la probable ejecución de un asesino en serie que se encuentra en una cárcel del Oklahoma. Un psiquiatra ateo debe hacerle una evaluación para determinar si se trata, en realidad, de un enfermo mental o de alguien que manipula a las autoridades para salvarse de la silla eléctrica. El asesino asegura al psiquiatra que no es él quien ha cometido los asesinatos, sino un demonio que ha tomado posesión de su cuerpo.
La mayor parte de la película transcurre en la sala de la prisión donde conversan el asesino y el psiquiatra, con diálogos de gran contenido teológico que logran mantener absorto al espectador. Hay que reconocer que la actuación de Sean Patrick Flanery es magistral. El actor interpreta a dos personajes: al asesino Edward Wayne Brady y a Nefarious, el demonio que habla a través del cuerpo de Brady en un desdoblamiento de la personalidad.
La película no tiene ninguna escena de horror porque no hace falta. Los diálogos son tan intensos y reveladores que hacen que el filme supere el género de terror y nos revele lo que ocurrió en los albores de la creación cuando tuvo origen el misterio del mal: la caída de los ángeles rebeldes. Nefarious descubre la manera en que actúa el inframundo en la tierra, y cómo su objetivo es la destrucción de los hombres, que son la imagen de Dios en la creación visible y a quienes Dios tanto ama.
“Nefarious” es una película incómoda para la cultura actual; es, lo que llamaríamos, una película políticamente incorrecta. La trama asocia la eutanasia, el aborto y relativismo moral imperante con la actuación sigilosa y astuta del príncipe de las tinieblas, que seduce las conciencias de los hombres para convertirlos en asociados suyos para la difusión del mal.
El diablo se burla de los fracasos morales de la humanidad y de las ideas sociales progresistas; del engaño en que viven los hombres creyendo que han superado el racismo y que viven en sociedades tolerantes. En realidad es el seductor tenebroso de la humanidad el que está conformando la mente humana, haciéndola cada vez más a semejanza suya. De esa manera el hombre deja de servir a Aquel que lo creó para servirse únicamente a sí mismo, y así sigue resonando en el universo aquel “no serviré” de Lucifer. La batalla cultural es, en el fondo, la batalla espiritual.
Una escena significativa es la del sacerdote capellán de la cárcel llamado por el psiquiatra para dar su opinión sobre Edward, el asesino. La llegada del reverendo provoca en Nefarious una reacción violenta y defensiva. Se levanta de su silla y con repulsión le dice lo que los demonios decían a Cristo: “¿Vienes aquí a torturarme, antes de la hora señalada, Hijo de Dios? ¿Te envía el carpintero de Nazaret a torturarme? ¡No soy demonio tan fácil de expulsar!”
El sacerdote le responde que nunca ha participado en un exorcismo, y que espera no hacerlo. Al igual que el psiquiatra, no cree en las posesiones demoniacas, y concluye diciendo que su comprensión de ese tipo de problemas ha superado a la posesión. Es entonces cuando Nefarious nuevamente se sienta, descansa, se relaja. Le extiende la mano al sacerdote a manera de alianza, pero el cura no le corresponde. La escena es una triste expresión de la incredulidad de aquella parte del clero que no cree en la existencia de demonios –mucho menos en posesiones y exorcismos– y que reducen el problema a cuestiones psiquiátricas.
“Nefarious” es una película que llama seriamente a la reflexión sobre el misterio del mal. En Estados Unidos son frecuentes las masacres que realizan individuos que, de repente, cuando todos pensaban que se trataba de personas normales, aunque “un poco raras”, abren fuego en supermercados, escuelas y universidades, bares y restaurantes, acribillando a personas de todo tipo, incluyendo a niños. La misma violencia ocurre en México donde los cárteles del narcotráfico actúan con una violencia y una crueldad inaudita.
¿Será que la violencia del narcotráfico es sólo un problema social que tiene orígenes en la familia? ¿Será que esas masacres se deben únicamente a enfermedades mentales que se resuelven con terapia y fármacos? Sin duda que sí en muchos casos. Pero nos quedaríamos cortos si no analizamos el problema desde otros ángulos, incluidas las explicaciones de la teología. Si así no lo hacemos, el mal seguirá avanzando como serpiente que se desliza sigilosamente en la oscuridad para ser inadvertida.
Padre Eduardo Hayen:Blog del Padre Hayen
El P. Eduardo Hayen, director del semanario Presencia de la diócesis mexicana de Ciudad Juárez
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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