Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. (Mt 11,21)
Lo que más impresiona después de las elecciones en Francia, el domingo pasado, es que los franceses prefieran la islamización del país a que llegue a gobernar un partido que ellos llaman de “ultraderecha”. El partido conservador –Agrupación Nacional– que perdió hoy las elecciones, y al que muchos tienen terror, es el partido que ha subido más en los últimos tiempos. En dos años ascendieron de 89 escaños a 143; y del 17.3 por ciento de los votos al 24.8. En términos absolutos es el partido más votado de Francia con 10.7 millones de votos. Lo cierto es que, por una astuta jugada política del presidente Emmanuel Macron, que alió a los partidos de centro y de izquierda para evitar que los “ultras” llegaran al poder, Agrupación Nacional perdió las elecciones legislativas y el triunfo fue del Nuevo Frente Popular Francés. Esto significa que se fortalecerá el islam y seguirá el detrimento de la identidad de Francia.
Los franceses han querido construir una sociedad multiétnica y multicultural pero sin integración; y este es el modelo que han adoptado la mayoría de los gobiernos europeos, salvo escasas y honrosas excepciones. Actualmente la población musulmana en Francia es de 8.82 por ciento. Durante la celebración de la victoria en las elecciones del domingo pasado, en la plaza de la república de París, casi no hubo banderas francesas; eran enseñas de Marruecos, de Argelia y Palestina, y una gran bandera tricolor decía “Francia es de los inmigrantes”. Es cierto. Para muestra, un botón: hoy la selección de fútbol francesa parece más un equipo de futbolistas que llegaron del Congo.
El actual dilema político de Europa no radica en cuestiones económicas tales como el proteccionismo del Estado o en el liberalismo. Hoy el asunto más importante es cómo se posicionan las fuerzas políticas frente a la inmigración islámica que socava la identidad europea. Los franceses tienen más miedo al fantasma de lo que llaman “ultraderecha” que a la dura realidad que vive su país: las violaciones de mujeres por extranjeros islámicos son en promedio de 70 al día, y más de mil homicidios anuales. No se digan los atentados terroristas como en la sala de conciertos Bataclán con 130 muertos; en Niza con 86 víctimas y el atentado a la revista Charlie Hebdo.
El miedo que tienen a lo que llaman “ultraderecha” se debe a una percepción equivocada de lo que es un partido conservador patriótico. Hay que señalar que la división tradicional derechas-izquierdas ha caído en desuso. Si bien la prensa continúa hablando en esas categorías, la realidad es que estamos ante nuevos paradigmas en la política mundial; hoy podemos comprender mejor la cosa pública en términos de globalismo o patriotismo.
El patriotismo es un pensamiento político que relaciona a la persona con su patria y su tierra natal o tierra adoptiva. Busca preservar las culturas de los pueblos, sus religiones, identidades, su historia y tradiciones; protege, sobre todo, la vida y la familia natural. ¿Tiene esta visión de la vida algo de locura? Claro que no. Sin embargo los LGBT prefieren aliarse con los islámicos antes que tener un gobierno de “ultras”; la propaganda globalista les ha hecho creer que se trata de nuevos nazis.
El globalismo, en cambio, es una fuerza política de intereses supranacionales que destruye las identidades culturales de las naciones a través de la inmigración caótica y descontrolada, así como la deconstrucción de la persona a través de la promoción de nuevos “derechos humanos” como son la salud reproductiva y el aborto, la ideología LGBT, el feminismo y todo lo que san Juan Pablo II llamaba la cultura de la muerte. El globalismo quiere uniformar a todos los habitantes de la tierra en una única manera de pensar y suele utilizar, para conseguir sus fines, a partidos que son considerados tanto de izquierda como de derecha. Globalismo y patriotismo son las fuerzas políticas que hoy se están jugando en Europa y en muchos otros países.
La cuestión es de trasfondo religioso. Es curioso que quienes están a favor de sociedades multiculturales, como son el feminismo y los grupos LGBT, estén aliados hoy con las fuerzas islámicas; curioso porque el estilo de vida “woke” de estas ideologías choca frontalmente con la moral de Mahoma; curioso porque esta es la religión que persigue y encarcela a aquellas mujeres que se ponen bikini o a quienes practican la homosexualidad. No sorprende que sean aliados porque tienen al cristianismo como enemigo común. El pacto no es por otro motivo sino para erradicar del mapa europeo la Cruz de Cristo. Aunque después se maten entre ellos.
¿Hacia dónde va la Francia globalista? Hay una carta publicada por un grupo de militares que advirtieron en 2021 sobre el riesgo de una guerra civil debido a la nula integración de los musulmanes en la cultura francesa: “Vemos la violencia en nuestras ciudades y pueblos… Vemos como el odio contra Francia y su historia se convierte en la norma… Esta decadencia anuncia un caos y violencia que no vendrán de un pronunciamiento militar, sino de una insurrección civil. Nos hemos dejado la piel para destruir el islamismo al que ustedes hacen concesiones sobre nuestro territorio… Actúen, señoras y señores. No se trata de prolongar sus mandatos o de conquistar otros. Se trata de la supervivencia de nuestro país, de su país”.
P.D: Sobre las elecciones en Francia dijo AMLO: “(Quiero) felicitar a los dirigentes y al pueblo francés por lo que sucedió ayer. La verdad me da mucho gusto por Europa, que ya estaba muy empolvada, muy rancia con ese conservadurismo galopante, y ahora es como un despertar de Europa, y lo celebro bastante”. El presidente y su partido están del lado globalista. Se avizora para México más inmigración ilegal, nuevos “derechos humanos” y una dictadura del pensamiento único.
Artículo publicado originalmente en el Blog del P. Eduardo Hayen
Los artículos de opinión son responsabilidad de los autores.
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