Trigo y cizaña

El ‘Lenguaje inclusivo’ y los graves riesgos de ceder a la presión social

Mucho se ha dicho sobre la muerte de Ociel Baena y de la otra persona que estaba con él, en la casa de Baena en Aguascalientes, el pasado 13 de noviembre. No nos ocupa en este artículo la manera en que ellos fallecieron; eso compete a las autoridades judiciales de Aguascalientes. Los encomendamos a la misericordia de Dios. Analicemos, en cambio, el tema del lenguaje inclusivo que utiliza la ideología de género y que, en el caso de Ociel Baena, se manifestó con el término “le magistrade” que él mismo acuñó y que lo hizo famoso.

Ociel Baena se jactó de ser la primera persona “no binaria” –es decir, que no se identifica como hombre ni como mujer–, en ocupar una Magistratura Judicial en México y América Latina, como parte del Tribunal Electoral de Aguascalientes. El mismo tribunal adoptó el lenguaje inclusivo llamándolo “Magistrade del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes con el cargo de Secretarie General de Acuerdos”. Además la Secretaría de Relaciones Exteriores le expidió un pasaporte que lo identificaba como ciudadano mexicano no binario.

Es notorio en los medios que todos los periodistas, comentaristas y políticos se refieren a él como “le magistrade”. Un titular de prensa decía: “Le magistrade fue hallade muerte en su casa”. Este lenguaje extraño, desarticulado y carente de sentido común, que altera y falsifica el idioma español, es lo que se conoce como “lenguaje inclusivo”. Existe una presión social para que todos hablemos de esta manera, pero, ¿de dónde viene este caló, esta jerigonza que pretende revolucionar las lenguas del mundo?

Hubo una mujer que odiaba ser mujer. Se llamaba Monique Wittig y vivió entre 1935 y 2003. Era francesa, filósofa y muy influyente en la ideología de género. Estaba tan descontenta con su feminidad que proponía un feminismo lésbico, producto de sus fantasías y conflictos internos. La señora aborrecía la masculinidad y la feminidad, tanto así que quería destruirlas.

Para abolir las diferencias entre el hombre y la mujer era necesario destruir el sistema heterosexual, fulminar el heteropatriarcado, el cual era el culpable de que existieran hombres y mujeres. La señora tenía ideas marxistas. Creía en la lucha de clases que empezaba, desde su retorcida óptica, por la lucha entre sexos. La mujer, para ella, era la clase oprimida y el hombre, el opresor. Si existen las mujeres es porque existen los hombres. Era necesario, entonces, destruir el sistema de división entre sexos. Pero para eso habría que destruir, primero, el género en el lenguaje.

Las categorías binarias de hombre y mujer debían desaparecer de la lengua. Había que presionar a la gente para que hablara inclusivamente, sustituyendo las letras finales de las palabras de género masculino con la letra “e”: “mis padres tuvieron tres hijes”, “somos tres hermanes”, “amigue”, “compañere”, “magistrade”. O bien modificando las letras “a”, “e”, “o” con la letra “x”. De esta manera, según Monique Wittig, se llegaría a eliminar el patriarcado y la heteronormatividad. Ella enseñaba que controlar la manera de hablar de la ciudadanía era tomar control sobre la manera de pensar de la misma.

El Tribunal electoral de Aguascalientes, al reconocer oficialmente a Ociel Baena como “magistrade”, siguió las ideas de Wittig e hizo violencia a la manera de hablar de la gente y a su sentido común. Así no se habla el español. El lenguaje inclusivo es puramente ideológico y destruye las lenguas del mundo. Si ya un organismo oficial del gobierno adoptó el lenguaje inclusivo, no sería extraño que, dentro de algunos años, surja una iniciativa de ley para modificar la letra del Himno Nacional Mexicano, y debamos cantar: “Mas si osare un extrañe enemigue… un soldade en cada hije te dio”. No es broma. En Canadá han habido iniciativas de ley para modificar “O Canadá” -el himno nacional- y adaptarlo al dialecto inclusivo.

No sé cuántas personas en México se han rendido a la imposición ideológica del género a través del uso del lenguaje inclusivo. Lo cierto es que cada vez hay mayor presión mediática para hacerlo. La lógica, el sentido común y el amor a nuestra cultura no permita que participemos de los delirios de Monique Wittig y club de feministas.

Más artículos del autor:

El P. Eduardo Hayen, director del semanario Presencia de la diócesis mexicana de Ciudad Juárez.

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores

Pbro. Eduardo Hayen Cuarón

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital

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