En el artículo anterior nos contestábamos la pregunta de si podríamos ser santos. La respuesta fue: claro que sí. Con el bautismo, obtenemos la gracia santificante, pero, con nuestra forma de vida, podríamos conservarla o perderla. Hablamos también, de los dones y carismas otorgados por Dios a cada uno de nosotros, así como de la espiritualidad y mística que, dependiendo de nuestros dones y carismas, podríamos tener o mejor dicho vivir.
Precisamente ahora, durante los siguientes meses, iremos analizando diferentes formas de espiritualidad y misticismo dentro de la Iglesia, que hombres y mujeres de bien, vivieron de manera heroica, para alcanzar su santidad. Estas formas de vida nos llevan a preguntarnos ¿con cuál de las diferentes formas de espiritualidad o mística me identifico para alcanzar mi santidad? Sus implicaciones, sus retos, el compromiso que adquiero y si realmente me interesa alcanzarla, objetivo de todo cristiano.
En la Iglesia católica se han canonizado más de 10,000 santos a lo largo de la historia y seguramente existirán más, que, de manera local se veneren, sin que estos sean oficialmente reconocidos. Por esta razón, iremos viendo la vida de los santos que puedan aportarnos más elementos para que nosotros alcancemos nuestra santidad, siguiendo el ejemplo de alguno de ellos.
Durante el mes de octubre, veremos solo dos:
Santa Teresa de Lisieux (1 de octubre) y Santa Teresa de Ávila (15 de octubre). Las dos comparten el carisma del Carmelo, ambas siendo Carmelitas Descalzas, aunque de épocas diferentes. Santa Teresita de Lisieux destacó por su “pequeña vía” (diario), que se centra en hacer actos sencillos con gran amor, mientras que Santa Teresa de Ávila fue una reformadora del Carmelo. La espiritualidad Carmelita, está profundamente centrada en la contemplación, el amor a Dios y la oración.
Santa Teresa de Lisieux, nacida en Alençon, Francia en el año de 1873, perdió a su mamá a la edad de 5 años, lo cual repercutió fuertemente en ella. A los 9 años una de sus hermanas, la que consideraba su ‘segunda mamá’, entró al convento de las carmelitas, otra pérdida, en su corta vida. A los 15 años, decidió ingresar al convento del Carmelo, pero por su corta edad tuvo que pedir permiso al sumo pontífice León XIII, quien fue muy ambiguo en su respuesta: “Entrarás, si Dios lo quiere”. Ya estando en el Convento medito dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión, por eso eligió el nombre de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Murió a los 23 años, siendo canonizada por Pío XI y proclamada doctora de la Iglesia por Juan Pablo II. En su pequeño diario ‘la Pequeña vía’ Santa Teresita escribió el camino a la santidad basado en tres puntos fundamentales: pequeñez, anonimato y particular motivación.
Por otro lado, tenemos a Teresa de Cepeda y Ahumada, quien nació en el año de 1515 en Ávila, España. En su juventud tuvo momentos de rebeldía que obligaron al papá a llevarla al convento de las agustinas en Ávila, regreso al año enferma. Durante su enfermedad reflexionó sobre su vida religiosa, entrando al convento de la Encarnación, a pesar de la oposición de sus padres. A los 27 años su enfermedad se agravó, pero sanó a fuerza de oración y fe. Su enfermedad le hizo que viera visiones y tener experiencias místicas. En su célebre obra “El Castillo Interior” o “Las Moradas”, Santa Teresa nos relata sus visiones y experiencias místicas, llevándonos a través de un viaje espiritual hacia la séptima morada, donde la unión con Dios se vuelve indescriptible. A los 40 años reformó la orden carmelitana apoyada por San Juan de la Cruz. Por esta reforma será recordada siempre. Fue una magnífica escritora en temas teológicos por lo que fue proclamada doctora de la Iglesia en el año 1970, por el Papa Pablo VI, antes canonizada por Gregorio XV en el año 1622.
Estas dos santas comparten una espiritualidad carmelita centrada, como ya lo habíamos comentado en la contemplación, el amor a Dios y la oración.
¿Te sientes llamado (a) o atraído (a) hacia esta espiritualidad o mística? ¡No temas, síguela!
Santos más reconocidos de octubre: San Francisco de Asís (4), San Juan XXIII (11), Santa Margarita María de Alacoque (16), San Ignacio de Antioquía (17), San Lucas (18), San Pablo de la Cruz (19), San Juan Pablo II (22), San Antonio María Claret (24), Santos Simón y Judas Tadeo (28).
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