Conformarse con poco amor es lo que en redes llaman "ser migajero". Foto: Unsplash
En redes sociales, existe un término utilizado por los jóvenes para referirse a una persona que, en su búsqueda por amor, atención y respeto, decide conformarse con lo mínimo, con “migajas”. A esto se le llama ser “migajero“.
Aunque parece un concepto moderno, en el fondo habla de una realidad de siempre: la tentación de conformarnos con lo superficial y momentáneo, en lugar de buscar el amor pleno y verdadero.
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El padre Salvador Barba, sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México, explica que ser “migajero” refleja la fragilidad de una sociedad que ha olvidado el verdadero sentido del amor.
“Son fruto, con dolor lo digo, de una sociedad decadente, donde el amor es lo menos que importa. Todo se queda en lo momentáneo, en aquello que nos impide ver hacia el futuro”, señaló.
Esta actitud, explica, lleva a muchos jóvenes y adultos a conformarse con relaciones vacías, que no construyen esperanza ni estabilidad:
“Lo pasajero, lo efímero, las migajas son un paliativo, pero generan mayor vacío, porque no llenan, no alimentan”.
Frente a ese amor incompleto, el sacerdote recuerda que la respuesta está en reconocer nuestra dignidad de hijos de Dios y en aprender a amar de manera plena.
“Para hacer algo bien, para hacernos bien, tenemos que reconocer nuestra dignidad de hijos de Dios y buscar incansablemente lo que es el auténtico amor. Amar cuesta, implica esfuerzo y sacrificio, pero también plenitud”.
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Y es que el amor, desde la visión cristiana, no puede reducirse a migajas: “Si no amamos a Dios, será difícil amar al prójimo, y si no nos amamos a nosotros mismos, también será complicado relacionarnos con los demás. Todo se resume en el mandamiento de Jesús: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo”.
El padre Barba hizo también una distinción importante: mientras que el mundo ofrece migajas de atención o afecto que dejan vacío, las “migajas de Dios” son distintas.
“El Señor nunca nos da migajas. Él se da en plenitud. Incluso aquello que parece poquito, cuando viene de Dios, nos dignifica, nos alimenta y nos llena de sentido”, añadió.
Por eso, los católicos no debemos conformarnos con menos de lo que realmente merecemos en Dios:
“Tenemos que recuperar nuestra identidad de personas valiosas y llamadas por Dios. No debemos ser migajeros ni con Él, ni con las personas, ni con nosotros mismos”.
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