Conoce cuál es la postura de la Iglesia Católica sobre la masturbación y sus argumentos ¡Te los contamos!
“La castidad no se trata de seguir una serie de reglas para no ir al infierno. Es querer el cielo para la persona que amas”, Jason Evert.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, que es un compendio de la doctrina católica, se aborda la cuestión de la masturbación en el contexto de la castidad. La masturbación se describe como “un acto intrínsecamente desordenado” y se considera incompatible con la enseñanza moral católica sobre la sexualidad. Sin embargo, también se destaca que la responsabilidad moral puede verse afectada por diversos factores, como la falta de conocimiento o la falta de libertad.
En la Biblia podemos encontrar muchas referencias sobre cuestiones morales polémicas o específicas y otras veces simplemente se omiten. Conviene recordar que la Biblia es una fuente importante y fundamental para la teología y la reflexión de la moral cristiana, pero no es un manual exhaustivo que nos dice qué hacer y qué no.
En el caso de la masturbación, no hay una referencia explícita en la Biblia. El pasaje más cercano respecto a este tema es el pecado de Onán:
“Entonces Judá dijo a Onán: «Cumple con tu deber de cuñado, y toma a la esposa de tu hermano para darle descendencia a tu hermano». Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, cuando tenía relaciones con su cuñada, derramaba en tierra el semen, para no darle un hijo a su hermano. Esto no le gustó a Dios, y le quitó la vida a Onán” (Gn 38, 8-10).
En la Biblia, la Ley del Levirato obligaba a la una mujer viuda que no había tenido hijos a casarse con uno de los hermanos de su difunto esposo para continuar la descendencia familiar. Además, el nombre del primer varón de esta nueva unión sería el mismo que el correspondiente al difunto y heredaría sus bienes.
¿Porqué fue grave lo que hizo Onán? Por su egoísmo. Onán rompió una ley judía muy sagrada e importante, por eso su castigo fue la muerte. En la Biblia, la muerte al romper la Ley de Moisés, es una referencia literaria al destino del hombre cuando se aleja de Dios: el hombre muere cuando no escucha y rechaza voluntariamente la ley de Dios. De hecho, en el libro del Levítico hay muchas referencias sobre la muerte del hombre al romper una ley mosaica. Gracias a este pasaje, se ha nombrado “onanismo” a dos realidades: el coito interrumpido y la masturbación.
A lo largo de la Sagrada Escritura hay diversas referencias explícitas sobre la sexualidad:
El hombre tiene una diferenciación sexual querida por Dios, por lo tanto, la sexualidad es buena al ser creación suya; y el varón y la mujer tienen la misma dignidad, pues son imagen y semejanza de Dios (cfr. Gn 1, 27).
El acto sexual tiene dos finalidades intrínsecas: la unión de los cónyuges y la procreación. En la Biblia se hace una referencia explícita a esta realidad: «Dios los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos y multiplíquense”» (Gn 1, 28).
Cuando estas dos finalidades están presentes, significa que dicho acto está ordenado a su fin natural o, en otras palabras, es un acto sexual ordenado. Cuando queda desvinculado de cualquiera de estos dos fines, tiene un lugar un desorden sexual. Onán solamente quería la unión con Tamar, pero sin darle descendencia, por eso dicho acto es gravemente desordenado.
La masturbación niega las dos finalidades del acto sexual: la unión y la procreación, por eso es un acto ensimismado y egoísta. Reduce la dinámica sexual, ordenada al amor a otra persona, a un acto esporádico de placer hacía uno mismo. Lleva a la persona a precibir su propio cuerpo como un mero instrumento de placer y, a la larga, puede hacerse un vicio difícil de erradicar.
La reflexión sobre la moral sexual se hace en este contexto, por eso, aunque no haya un referencia biblica explícita sobre la masturbación, el Magisterio de la Iglesia reflexiona que es un acto desordenado y la culpabilidad dependerá de las circunstancias del penitente.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2352, ilumina de una manera muy profunda dicha realidad: “Por masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. «Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado» […] Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral.”
La virtud de la castidad permite reconocer que la sexualidad y el amor van estrechamente unidos, y cuando la primera renuncia a la segunda viene todo tipo de desordenes en la persona. Por ello, aprender a amar supone un corazón casto. Al respecto decía San Josemaría Escribá: “Cuando te dedicas con firmeza llevar una vida limpia, para ti la castidad no será una carga: será una corona triunfal”.
La sociedad actual reduce la sexualidad a la genitalidad, presentandola como valor absoluto y de un modo ensimismado y egoísta, bajo la apaciencia de “una autoexploración sana”, y ante esta perspectiva, en muchos pasajes biblícos, se nos recuerda el valor de la castidad: “Dios quiere su santificación: que se alejen de la fornicación, que cada uno de ustedes sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios” (1 Tes 4, 3-5). El ejercicio de la castidad ordena nuestra sexualidad para ser aunténticamente libres y plenos.
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