Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron que quién había pecado, si el ciego que estaban viendo o sus padres, su respuesta fue categórica y muy clara, de tal modo que no quedara ninguna duda: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios”, y en seguida hizo recaer sobre el ciego la obra de Dios, y lo curó. (Juan 9, 1-7)
Como toda buena noticia de Jesús, ésta es una verdad que nos hace libres; y si nosotros la aceptamos, podremos vencer muchos prejuicios -algunos de ellos heredados– que son injustos y nos oprimen.
Parece mentira, pero es un hecho que una gran parte de nuestro pueblo católico sigue pensando que la discapacidad es castigo de Dios, y más triste es que las personas con discapacidad suelan considerar también así su situación.
La discapacidad de cualquier tipo entra dentro del mal en el mundo que cuestiona no sólo la bondad de Dios y su misericordia, sino hasta la existencia misma de Él. ¡Cuántos argumentan que si Dios existiera no habría mal en el mundo!
Dios creó un mundo bueno, y a los mismos hombres nos hizo buenos, pero nos hizo libres, y con el mal uso de nuestra libertad entró el mal en el mundo. Hay un mal físico cuya causa es la misma naturaleza que tiene sus leyes, pero hay un mal moral que tiene como causa al hombre mismo y a su libertad.
¿Qué puede hacer Dios contra el mal moral? Nada. El Todopoderoso tiene como límite la voluntad humana. Si Dios actuara en contra de la libertad del hombre lo convertiría en un títere de su divina voluntad, y el hombre dejaría de ser humano.
Es cierto que Dios puede hacer milagros y los hace, pero la definición del milagro es precisamente que es un acto extraordinario, y si se hiciera ordinario, de nuevo se afectaría a la integridad y madurez del hombre.
¿Cómo enfrentar el mal en nuestro mundo? En compensación de que el hombre tenga que convivir con el mal, Dios hizo al hombre como a un ser maravilloso; por algo es su imagen y semejanza. En el ser humano hay algo de divino que le permite vencer al mal y salir victorioso en esta vida.
Junto a un niño que nace con alguna discapacidad suele haber una persona -a veces ni siquiera los padres-, que realiza en él la obra de Dios.
Todos nos admiramos de la fortaleza con la que enfrentan su discapacidad algunas personas. La obra de Dios se manifiesta en ellos también por la presencia amorosa de personas que las apoyan, complementan y animan.
Ojalá que las personas con discapacidad y sus seres queridos lleguen a comprender que esta condición no es un castigo de Dios, sino la oportunidad de que en ellos se manifieste Su obra.
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