Hay quienes piensan que existe una contradicción en la Biblia, toda vez que en Ezequiel 18,20 dice que los hijos no cargarán con los pecados de sus padres; pero, por otra parte, la Biblia también habla del Pecado Original. Vamos a explicar lo que parece ser una contradicción.
El texto dice: “El que peque es quien morirá; el hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad” (Ez 18,20). Esta doctrina la explicita nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento al responder con toda claridad a una pregunta de los apóstoles: “‘Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para haber nacido ciego?’ Respondió Jesús: ‘Ni éste pecó ni sus padres: sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él’” (Jn 9,2-3).
Como podemos apreciar se pone de manifiesto que cada uno cargará con su culpa y las consecuencias de su pecado. Entonces, ¿por qué nacemos con el Pecado Original que no hemos cometido?
Podemos dividir el pecado en nosotros como original o personal. El Pecado Original en nosotros es el pecado con que nace todo humano (con excepción de la Virgen María), adquirido por participar de la naturaleza humana caída. El pecado personal es aquel que cometemos libremente.
Las citas bíblicas aducidas se refieren a los pecados personales; es decir, los hijos no tendrán que pagar la pena debida por los pecados personales de sus antepasados. Es por esto que es falsa aquella doctrina de moda sobre los supuestos “pecados ancestrales”. Con esto quedaría resuelta la duda, pues el Pecado Original en nosotros no es un pecado personal.
Ahora bien, dijimos que todo hombre nace con el Pecado Original, pero ¿en qué consiste? Para responder, hay que saber algo de la justicia original perdida por este pecado. En efecto, en la justicia original, Dios le había dado a Adán y Eva la gracia santificante como un don transmisible a sus descendientes, a condición de que no se corrompieran por el pecado.
Pero, dado que Eva fue engañada por la serpiente y Adán quiso pecar con ella, perdieron, por el Pecado Original, la gracia santificante. Y así, en lugar de transmitir a sus hijos la gracia santificante, les transmiten más bien la ausencia de esta gracia.
Adán tenía el privilegio de transmitir a sus hijos la gracia santificante como una herencia que pasara de padre a hijos; pero como perdió esta herencia, quedan sus hijos sin recibirla. Por tanto, el pecado original en nosotros es la ausencia del derecho a la gracia santificante que hubiéramos tenido como lo tenían los primeros padres en el estado de justicia original.
A continuación, algunas citas del Catecismo, del Denzinger y de la Escritura que se podrían consultar para más información:
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