Alberto Quiroga
Se envió un memorándum a los miembros de un departamento para que se presentaran a un simulacro de lucha contra incendios.
El evento no llegaba en buen momento, había trabajo urgente atrasado, la carga laboral era muy alta y encima perder medio día de un simulacro que se repetía semestralmente.
Alguien comentó molesto: ¿Para qué los hacemos? ¿qué, además de explotarnos, quieren quemarnos?
Hay situaciones en nuestras vidas que suelen ser intrascendentes hasta que aparecen con toda su trascendencia de golpe. Tal es el caso de los simulacros contra incendios. Personalmente, tuve varios y afortunadamente nunca he usado esos conocimientos porque no he estado en un siniestro, pero estar preparado es importante.
Los simulacros no son una pérdida de tiempo, sino una inversión y tal como dicen los vendedores de seguros, es mejor tener el conocimiento y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.
Hace poco escuche a un sacerdote recordar a la asamblea una frase que tenía años sin escuchar: “Muerte, infierno y Gloria, no se aparten de tu memoria”. Y a la par de esa frase recordé esas acusaciones de infundir miedo que tanto le achacan a la Iglesia.
Hablar de muerte e infierno, puede resultar desagradable, pero son dos realidades que el creyente debe tener presente. Una, la muerte, es innegable. La otra, el infierno, una posibilidad si nos alejamos de Dios.
En un simulacro, nadie espera que pase lo que se simula, pero si por torpeza nos confiamos, las consecuencias pueden ser lamentables.
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