De años atrás, la dictadura de Nicaragua, que encabeza Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, se ha dedicado a golpear y perseguir a la Iglesia Católica.
En ese país, con cientos de presos políticos, no hay lugar para las voces libres e independientes. El obispo de la diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez (55), es una de ellas y por eso es constantemente hostigado y amenazado por el régimen.
Confidencial, el periódico digital que dirige Carlos Fernando Chamorro desde el exilio, publicó el pasado 29 de mayo, un trabajo sobre este obispo.
Monseñor Álvarez se ordenó sacerdote en 1994, 16 años después, en 2010, fue consagrado como obispo. Es el más joven de la Conferencia del Episcopal de Nicaragua (CEN).
En 2018, Álvarez fue uno de los moderadores de la negociación en el primer intento de Diálogo Nacional después de la Revolución de Abril y la masacre de la dictadura, para reprimirla. El gobierno no cumplió con lo pactado y se retiró de la mesa. El diálogo fracasó.
Monseñor fue uno de los sacerdotes que el régimen de Ortega vetó, para participar en la segunda mesa de negociaciones de 2019, en el intento de tener otro diálogo entre el gobierno y la sociedad civil. En esa ocasión los obispos de la CEN participaron como acompañantes y testigos, junto con el Nuncio Apostólico, que después fue expulsado del país.
El régimen, en paralelo, emprendió una campaña de odio en contra de los sacerdotes que le resultaban más “incómodos”, como monseñor Silvio Báez, ahora en el exilio; monseñor Abelardo Mata, obispo emérito de Estelí, y monseñor Álvarez.
En los últimos cuatro años, el obispo de Matagalpa ha sido objetivo de campañas de odio de simpatizantes sandinistas que lo señalan como cómplice del intento de un supuesto “golpe de Estado”. También ha sido asediado por la Policía Nacional y por paramilitares a su servicio.
A partir de 2018, ante la situación política y social del país, empezó a elevar el tono de sus homilías. En ellas, a partir del Evangelio, reflexiona sobre la situación del país, denuncia la violación de los derechos humanos, los abusos contra los campesinos y sus comunidades y llama a no ser indiferente a lo que ocurre en el país e invita al diálogo, para encontrar una solución a los problemas.
Monseñor plantea: “Un pueblo desesperanzado es un pueblo sepultado en vida, un pueblo que odia se autodestruye, un pueblo con miedo se paraliza, y un pueblo indiferente a los problemas, a la crisis, al sufrimiento de los demás, es un pueblo que deja que otros arreglen los problemas”.
El asedio de los últimos años se ha incrementado. El pasado 19 de mayo, el obispo de Matagalpa y también administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, denunció un fuerte asedio policial que acabó con el ingreso de oficiales de la Policía Nacional a casa de una familiar. Monseñor en protesta inició un ayuno de agua, suero y oración en Managua.
La respuesta del régimen fue ordenar incrementar el asedio y vigilancia policial en su contra. Hace cinco días el obispo regresó a su diócesis “custodiado”, por 15 patrullas. Por lo pronto su proyecto es seguir recorriendo las más de 400 comunidades que tiene la diócesis. Su pastoral se caracteriza por un intenso contacto e interacción con las comunidades.
El obispo no piensa abandonar a sus fieles y tampoco dejar de predicar. No piensa dejar de denunciar la violación de los derechos humanos y el mal trato a los campesinos. En las próximas semanas habrá que ver cuáles son las acciones represivas del régimen.
*Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.
Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
Twitter: @RubenAguilar
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