Hay una historia muy bella que sucedió durante la 1a guerra mundial, en la que después de varios meses de duros combates, los soldados ingleses y alemanes, en la Nochebuena del año 1914, de pronto dejaron de disparar, saliendo de sus trincheras y en pleno campo de batalla en Ypres, Bélgica, se pusieron juntos a cantar Noche de Paz.
Y cuentan además, que después de cantarlo, un primer soldado inglés dejó el propio bando y se encaminó al lado enemigo; pero en ese mismo momento, del otro lado, un soldado alemán también hizo el mismo gesto, desobedeciendo ambos terminantemente las órdenes que les daban los superiores exigiéndoles que regresaran, y no solo eso, sino que continuaron saliendo soldados de ambas trincheras, acercándose, hasta que se produjo un abrazo, después del cual, entre los dos ejércitos se intercambiaron lo que llevaban, chocolate y tabaco…
Quiera Dios que ese clásico navideño, cantado en más de 300 idiomas, escrito originalmente en alemán por un sacerdote austriaco en el siglo XIX, pueda seguir uniendo las voces de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, especialmente en aquellos lugares, que hoy también necesitan detener la crueldad de las guerras, para que resuene muy fuerte el canto del príncipe de la Paz.
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