Isabel siempre tuvo una vida sencilla y modesta, caracterizada por su generosidad, solidaridad, compasión y disponibilidad para ayudar a las y los pobres, enfermos y esclavos. Dedicaba la mayor parte de su día a trabajar, orar y alabar a Dios, con la firme convicción de que el perdón se gana con la entrega total a los más necesitados.
Sus mejillas rosadas hicieron que su madre la llamara Rosa, y su vida y virtudes la llevaron a ser la primera mujer canonizada en América, en 1671. “Santa Rosa de Lima era una mujer muy entregada a la oración y amiga del Señor desde muy niña. Creció como un lirio entre las espinas”, dijo de ella el Papa Francisco en 2017.
La canonización de Santa Rosa fue el punto de partida para muchas otras santas en América, como seguramente lo será, ahora para muchas otras mujeres, el reciente nombramiento que hizo el Papa de tres como integrantes del Dicasterio para los Obispos.
A lo largo de la historia de la Iglesia Católica, la mujer ha tenido un papel centrado en el acompañamiento espiritual, la devoción y dedicación hacia los enfermos, los pobres o los más necesitados.
Ha habido figuras prominentes desde el Antiguo Testamento y los Evangelios, como la Virgen María o las mujeres seguidoras de Jesús, entre ellas María Magdalena.
Los fieles católicos realizan viajes de peregrinación para visitar Vírgenes en todo el mundo; se han rezado incontables oraciones a mujeres santas a quienes se profesa profunda devoción y admiración espiritual.
Han destacado teólogas, abadesas, misioneras, mártires, educadoras o monjas, y tan solo en 2010 se contabilizaban unas 722 mil mujeres dedicadas a la vida consagrada.
Sin embargo, el rol de la mujer en la Iglesia y su influencia al interior del Vaticano han estado acotados.
Ahora, las hermanas Yvonne Reungoat y Raffaella Petrini y la doctora María Lía Zervino serán pioneras en el Dicasterio para los Obispos, donde por primera vez en su historia participarán mujeres en los procesos de elección de nuevos pastores diocesanos.
Su inclusión es un paso pequeño pero trascendente hacia la igualdad sustantiva, y forma parte del camino que el Pontífice ha iniciado ante la nueva constitución apostólica, que entró en vigor hace un mes y permite a las mujeres ocupar altos cargos en la Curia.
Serán tres frente a once hombres, pero representan una decisión que dará mayor visibilidad y liderazgo a las mujeres en la estructura interna de la Iglesia. La apertura del Papa Francisco es señal de cambio, de evolución, que debe ser reconocida y acompañada por la comunidad.
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