Desde el inicio de su pontificado el Papa Francisco ha dejado patente que la sinodalidad no es una opción, es el único camino para renovar la fe, la compasión, el amor al prójimo y retomar la verdadera esencia de las enseñanzas de nuestro señor Jesucristo.
La sinodalidad nos llama a hacer un profundo ejercicio de reflexión, a restaurar nuestra esperanza y a favorecer el verdadero encuentro; el encuentro no sólo con aquel que sufre, con quien requiere ayuda sino también con nosotros, con nuestros miedos, con los sueños pendientes, y por supuesto con nuestra propia humanidad.
Pero, probablemente una de las ideas más revolucionarias desde su llegada fue el planteamiento de una reevaluación de la propia iglesia católica, recordando que:
“Hay mucha resistencia a superar la imagen de una Iglesia rígidamente dividida entre dirigentes y subalternos, entre los que enseñan y los que tienen que aprender, olvidando que a Dios le gusta cambiar posiciones: «Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes”.
A pesar de la oposición de diversas personas al interior y exterior, su Santidad no ha dejado de insistir en el tema, es así que convocó a un Sínodo por la Sinodalidadn que comenzó el 2021 y que el pasado 2 de octubre, en el Aula Pablo VI, celebró el comienzo de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
El apoyo de múltiples Obispos ha sido visible, entre ellos se encuentra el Arzobispo Primado de México, el Cardenal Carlos Aguiar Retes, quien también se desempeña como Presidente Delegado de esta XVI Asamblea General Ordinaria; y quien en su mensaje mencionó que: “Hemos percibido en este proceso el creciente despertar de la Iglesia para establecer la Sinodalidad como el estilo de vida propio para fortalecer los vínculos fraternos de la gran familia de Dios, que peregrina hacia la Casa del Padre, como base prioritaria para responder satisfactoriamente a los desafíos presentes en nuestro tiempo”.
Además de ello el Cardenal Aguiar Retes, dijo que se encuentra consciente que ha sido un camino complejo lleno de retos pero que está confiando en el trabajo realizado ya que aunque hemos constatado la dificultad real de renovar nuestras Iglesias particulares, hemos percibido cómo, especialmente nuestros fieles y agentes de pastoral, se han ido entusiasmando, llenos de esperanza, en lograr una Iglesia fraterna, solidaria, subsidiaria, que sea luz en las difíciles circunstancias de nuestra época contemporánea.
Es cierto que aún queda un importante camino que recorrer, pero estoy convencido que aunque el sínodo es una vía de constantes cuestionamientos estos a su vez nos permiten un contacto con Dios, lo que nos permitirá lograr una de las tareas más complejas: dejar de lado nuestro egoísmo y centrarnos en el bien común.
*El articulista es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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