No podemos negar la contribución de las enseñanzas de Jesús de Nazaret en nuestra vida, y es que su presencia ha transformado la forma en la que nos comportamos e incluso nos relacionamos; es así que con el transcurrir de los años Semana Santa se ha convertido en un tiempo para hacer una pausa, para detener el ritmo de vida que llevamos y la forma tan acelerada en la que solemos vivir. Incluso esta conmemoración se ha convertido en una de las más celebradas, y es que, Jesús a través de sus bienaventuranzas, parábolas y milagros se convirtió en un nuevo referente, enseñando a través del propio ejemplo.
Pero, ¿qué podemos reflexionar en estás conmemoraciones? Perdonar, reconocer que somos humanos, que la vida a veces es complicada, que no podemos solucionar todo y que en ocasiones hay que confiar, confiar en él, en el prójimo y en nosotros, creer que lo que nos enseña es parte de un proceso que usualmente no entendemos pero que debemos aceptar y reconocer.
Hoy ante un mundo y un país divididos y enfrentados, en el que destacan, crímenes como, homicidios, ejecuciones, secuestros, violaciones, con violencia intrafamiliar y hacia las mujeres y con un continuo incremento de casos de acoso escolar, hay que admitir que la transformación basada en la comprensión y el amor al prójimo son posibles, estoy convencido que con ello ayudaremos a que las agresiones, el odio y el resentimiento disminuyan.
Tenemos que alejarnos de la comodidad de nuestro espacio, del propio aislamiento para de alguna manera vivir la experiencia del dolor ajeno, considerarlo como particular para hacerle frente. Amar al prójimo, requiere entereza, empatía y sobre todo reconocer que la indiferencia hiere.
Este tiempo, lejos de servir sólo como una temporada de descanso nos debe motivar a reconocer que es hora de renovar nuestra fe para que nos conduzca hacia el camino de la reconciliación con todos nuestros hermanos, en la búsqueda de un porvenir mejor, olvidando la discordia y las confrontaciones que en ocasiones derivan en guerras.
Es un momento de reflexión, de sentarnos y pensar en aquello que quisiéramos alcanzar, pero sobre todo de agradecer, en principio por tener vida, por todo lo que hemos tenido y lo que nos falta por lograr, de las oportunidades obtenidas y de aquellas que nos quedan por alcanzar.
No podemos negar que escuchar la voz de nuestra fe en un mundo mucho más imponente se vuelve complicado, pero también es verdad que la comunicación con Dios siempre será un lazo que nos permitirá dar saltos de fe que renueven nuestras convicciones como cristianos.
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*El autor es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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