La relación que tenemos con nosotros mismos es probablemente una de las más significativas, pero al mismo tiempo de las más complejas; y es que en muchas ocasiones somos con nosotros los jueces más severos e injustos. Es así que con el paso del tiempo la autoestima ha comenzado a tener un papel mucho más significativo en nuestra sociedad, hoy las personas que aceptan sus fortalezas y debilidades, asumen sus errores y toman decisiones responsabilizándose de las consecuencias son cada vez más, lo que estoy convencido impulsará una convivencia más sana y ordenada.

La buena autoestima no debe traducirse en egocentrismo, sino más bien en un reconocimiento de las capacidades y debilidades personales, pero también de las del prójimo. El trabajo con uno mismo es un camino complicado, porque implica admitir que no somos perfectos y que al reconocer nuestras deficiencias también podremos ver con mayor claridad dónde debemos enfocar nuestra labor.

Y aunque el tema ha sido cada vez más abordado también hay que aceptar que aún quedan muchos pendientes y es que a pesar del esfuerzo por resignificar nuestro amor propio todavía existen situaciones complejas que nos exhortan a preguntarnos, ¿por qué nos hacemos daño?, ¿por qué continuamos con vicios que nos afectan?

Y es que en muchas ocasiones no somos conscientes del daño que nos hacemos y que generamos en el prójimo, bien lo dijo su Santidad el Papa Francisco: “Pienso en las adicciones, que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos y devoran energía, bienes y afectos; otra cadena: pienso en las modas dominantes, que nos empujan al perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y desvirtúan sus relaciones”.

El amor propio no sólo nos permite ver con mayor claridad aquello que hay que cambiar, también nos insta a no dejarnos arrastrar por vicios y adiciones, nos impulsa a trabajar en nuestro crecimiento personal y apostar por nuestra salud tanto física como mental.

La pregunta que da título a esta colaboración probablemente sea una de las más difíciles que podemos hacernos, pero es necesaria; desafortunadamente en muchas ocasiones ponemos la valoración y aceptación social por encima de nuestro amor propio y aunque es cierto que la manera en la que nos perciben es importante ésta no tiene que sobrepasar nuestra visión personal.

Vivimos una era compleja, marcada por la rapidez, la violencia y el aumento de adicciones, por lo que es cada vez más significativo revalorizarnos y enfocarnos en lo verdaderamente importante como nuestra salud, los vínculos con la familia, y el descanso, pero sobre todo seamos compasivos y perdonemos, no sólo a las personas a nuestro alrededor sino también a nosotros mismos.

*El articulista es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.

Simón Vargas Aguilar

Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

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