Aunque en la última década el crecimiento de las redes sociales ha sido no sólo visible sino avasallador, su creación se remonta a 1997 cuando la aparición de SixDegrees, basada como su nombre lo indica en la teoría de los seis grados de separación, permitió a los usuarios localizar miembros de la misma red para construir una comunidad, lo que hasta la fecha sigue siendo una de las características principales de las populares páginas.
A partir de 2004 la aparición de Facebook revolucionó la web, y a ésta se unieron X, Instagram, TikTok y YouTube las cuales no sólo llegaron para romper esquemas, sino que además se instalaron en nuestra cotidianidad.
Con el paso de los años hemos sido testigos de la manera en la que su influencia ha llegado a áreas políticas, económicas y sociales en todo el mundo. Un fenómeno digno de análisis es la manera en la que recientemente el uso de internet y de redes sociales ha jugado a favor o en contra de muchos políticos, pero ese querido lector, es un tema que abordaré en futuras ediciones.
Muchos han encontrado en estas plataformas resultados favorables; no podemos negar que actualmente el número de seguidores y de reacciones positivas pueden provocar sentimientos de satisfacción y felicidad, incluso hay personas que descubrieron en estos espacios oportunidades laborales, publicitando a través de su imagen y número de followers diversas marcas.
Los denominados influencers y la validación en masa se han convertido en un punto coyuntural, y es que en un mar de información donde la celeridad de la vida nos exige elegir con rapidez, su juicio y punto de vista ha comenzado a determinar modas, fomentar compras e incluso inducirnos en favor o en contra de nuevas posturas.
Por otro lado, no podemos perder de vista que se ha generado una adicción a la conexión virtual, donde la preocupación por la opinión de los demás puede convertirse en un dilema serio de identidad y validación social, porque, desafortunadamente nuestra autoestima pareciera estar, de forma constante, ligada a lo que piensan los demás.
Como toda creación, estas plataformas son un arma de doble filo, por supuesto que generan un sentimiento de conexión y permiten mostrar nuestra creatividad; pero, ahora también “nuestro valor” se ha traducido en la cuantificación de likes o views lo que podría impactar en nuestra salud mental, ya que una percepción sesgada o idealizada de la realidad sumada a una falta de aceptación, a criticas negativas, descalificaciones y comentarios de desaprobación y hasta de odio han provocado ansiedad, depresiones severas y suicidios.
No quiero calificar de malos estos espacios, por contrario, considero que su uso se ha vuelto casi indispensable, pero justamente por esta razón es que es esencial prestar mucha más atención y no perder de vista aquellas consideraciones que sean necesario modificar, siempre por el bien de la sociedad.
*El articulista es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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