“Decomisan toneladas de drogas”, “El fentanilo y sus terribles consecuencias”, “Desarman narcolaboratorios”, “Cae banda dedicada al narcomenudeo” frases como estas inundan día con día los diferentes medios de comunicación, y lamentablemente la guerra contra el consumo de substancias ilegales continúa en aumento, sobre todo entre la población joven.

Es cierto que las consecuencias en su mayoría son fatales, que las drogas, no sólo destruyen a quien las usa sino que además afectan familias, porque la preocupación de ser testigo de la destrucción paulatina de alguien a quien amas es además de desoladora, angustiante.

Probablemente, para muchas personas su adicción comenzó como un juego, quizá creyeron que podrían dejar de consumir cuando quisieran, o tal vez lo hicieran con la falsa idea de olvidar sentimientos desbordados. Y aunque los prejuicios siempre estarán presentes no se debe juzgar sino ayudar, bien lo diría el Papa Francisco el pasado 27 de agosto, en el 60° en el Congreso Internacional de Toxicólogos Forenses: “El Señor Jesús se ha detenido, se ha hecho cercano y ha curado las heridas. Con ese estilo de proximidad, estamos llamados también nosotros a actuar y detenernos ante situaciones de fragilidad y dolor, a saber escuchar el grupo de la soledad y de la angustia, a inclinarnos para levantar y dar nueva vida a quien cae en la esclavitud de la droga”

La situación es preocupante y debe involucrar la participación de todos los sectores de la sociedad públicos y privados, porque a pesar del trabajo realizado las cifras continúan siendo escalofriantes, de acuerdo con datos del El Informe Mundial sobre las Drogas 2023 de UNODC en 2021, 13.2 millones de personas se inyectaron drogas, 18% más de lo estimado anteriormente, y alrededor de 296 millones consumieron drogas, lo que supone un aumento de 23% con respecto a la década anterior. Por su parte, el número de personas que padecen trastornos por consumo de drogas se ha disparado hasta los 39.5 millones, lo que supone un aumento de 45% en 10 años.

Es innegable que vivimos en una sociedad marcada por el consumismo y la celeridad, que la pérdida de valores y la fragilidad de los lazos familiares y los vínculos personales son cada vez más notorios, pero sobre todo que los jóvenes viven momentos complicados por lo que estar presentes y brindarles acompañamiento se hace mucho más necesario.

Y es que, ante los problemas, la falsa ilusión de esperanza que dan las sustancias psicoactivas parece atractiva, sin embargo, la esclavitud a la que te arrastran siempre será un pago mucho mayor. El tema es por demás amplio, pero estoy convencido que debemos seguir trabajando en la prevención, la comunicación y la empatía para liberar de las manos de la droga a nuestros jóvenes; hagámoslo por amor al prójimo.

*Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

Simón Vargas Aguilar

Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

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