¿Las variaciones en el argot juvenil han conducido a la degradación del lenguaje o por el contrario lo ha enriquecido? Es probable que a muchos nos ha sucedido que, al cambiar de interlocutores y contexto el vocabulario y la manera de expresarnos den un giro radical, por lo que no me atrevería a hablar de una involución en la manera de comunicarnos sino quizá de una segmentación mucho más notoria impulsada por las nuevas generaciones en una impetuosa necesidad de diferenciación.
Afortunadamente, las lenguas no son permanentes, tienden a mutar y a evolucionar conforme a la velocidad de las sociedades de las que se retroalimentan; lo que es cierto es que con la creación de nuevas tecnologías y con la aparición de una vida mucho más acelerada y cargada de responsabilidades las formas de comunicación también han presentado cambios importantes.
La aparición de redes sociales hizo que las abreviaturas, emoticones y stickers, suprimieran oraciones mucho más complejas, lo que sin duda ha derivado en una reducción del uso de vocabulario, una incapacidad para establecer un diálogo argumentado y una repercusión en la ortografía, la sintaxis y el uso del léxico.
Es posible que los cambios sintácticos conlleven a un conocimiento menos amplio de vocabulario, e incluso hemos observado una disminución en la capacidad de análisis en cuanto a textos amplios; muchos experimentos han demostrado que nuestra falta de lectura nos ha llevado a una pobreza intelectual y cultural.
El Diccionario de la Real Academia Española cuenta con 93,000 lemas, sin embargo, de acuerdo con datos del estudio titulado: “¿Cómo leen las palabras los hispanohablantes? Reflexiones de un megaestudio de decisión léxica colaborativo” elaborado en 2020 por investigadores de la Universidad Nebrija, el Basque Center on Cognition, Brain and Language y la propia Universidad de Gante se estimó que un ciudadano medio conoce alrededor de 30,000 palabras, es decir reconoce correctamente dos tercios de las palabras registradas.
Algunas personas expertas en lenguaje han mencionado que con sólo 100 palabras aprendidas de un idioma se puede sobrellevar una conversación cotidiana, sin entrar en temas complejos; este número de términos equivale al vocabulario de un niño de dos años.
Es complejo determinar si ha habido un detrimento en nuestro lenguaje o más bien un cambio en la forma de comunicarnos, de lo que sí podemos estar seguros es que como seres humanos apelamos a diferentes recursos para darle significado a nuestras conversaciones, como: las entonaciones, los gestos, las imágenes, el contexto y el sentimiento implícito, entre otros muchos mecanismos.
Estoy convencido que los diálogos cercanos, la capacidad de escucha empática y la facultad de reflexión siempre serán aliados que propiciarán vínculos mucho más sanos entre las personas; porque la falta de comunicación siempre deriva en rompimientos.
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la Fe.
*El autor es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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