Hoy concluye el año y diversos cuestionamientos suelen arribar a nuestro pensamiento; las dudas sobre todo lo que realizamos a lo largo de los 12 meses se agolpan, analizamos algunas de nuestras acciones, nos recriminamos por las oportunidades que dejamos pasar e incluso en muchas ocasiones buscamos nuevas perspectivas para darle un giro al año que está por comenzar.

Desafortunadamente, en la mayoría de los casos solemos culpar a los demás sobre nuestros propios problemas: a las instituciones gubernamentales les imputamos la falta de seguridad, la escalada de la violencia y/o la ausencia de acciones contundentes; a los servidores públicos les atribuimos la carencia de políticas públicas que cubran las necesidades cada vez más evidentes de nuestra sociedad en materia de obras y servicios e incluso a algunos de ellos les recriminamos la indiferencia con la que suelen conducirse; al vecino lo culpamos por el exceso de basura, por el ruido que nos impide dormir o por la falta de compromiso social, pero ¿qué hay de nosotros? ¿En qué momento reconocemos aquello que hemos pasado por alto? Pero lo más importante ¿por qué no nos comprometemos a repensar nuestras acciones?

Es cierto que varias de las situaciones que nos aquejan deberían ser atendidas por los diferentes niveles de gobierno, pero también es verdad que esa responsabilidad no es exclusiva del gobierno; recordemos aquella frase del ex Presidente John F. Kennedy: “No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país”.

Es difícil reconocer nuestras fallas, sin embargo, creo que uno de los pasos más significativos como seres humanos es justamente mirar hacia nuestro interior y hacia nuestra propia realidad para desde ahí comenzar un cambio verdadero.

Este 2025 propongámonos tratar al prójimo con respeto, buscando entender que todos de alguna u otra manera tenemos que lidiar con problemas, que la empatía no se trata sólo de tolerancia sino de comprender que vivimos con heridas que poco a poco vamos tratando de sanar y que los prejuicios siempre serán lacerantes.

Atendamos con honestidad cada uno de nuestros deberes, los personales, familiares, religiosos, escolares, culturales, sociales y claro, profesionales; brindemos servicios de calidad, no sólo nos enfoquemos en la remuneración económica, que aunque no podemos negarlo es importante, lo es más actuar con sentido de solidaridad, responsabilidad y amor al prójimo.

Elijamos vivir en armonía, optemos siempre por la paz y por alejarnos de actitudes y acciones violentas y dañinas, enfoquemos nuestros esfuerzos en estudiar, leer, cultivarnos, pasar tiempo de calidad con aquellos a quienes amamos; en fin, cambiemos nuestro ámbito personal para mejorar como sociedad.

Es probable que suene trillado, que esto lo hayamos leído y escuchado muchas veces, sin embargo, estoy convencido que como bien diría el su Santidad el Papa Benedicto XVI: “Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, podremos cambiar el mundo”.

¡Feliz y próspero año 2025!

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

El autor es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.

Simón Vargas Aguilar

Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

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