Como cada año, el pasado viernes miles de mujeres tomaron las calles para exigir un alto a la violencia en su contra y para abogar por la igualdad de condiciones; de acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, la movilización en la capital se realizó de manera pacífica y no se registraron afectaciones graves.

La fecha con el transcurrir de los años se ha vuelto significativa, y es que en un mundo donde los crímenes y los feminicidios se encuentran en aumento, la marea morada es un llamado a la consciencia, a la búsqueda de la paz y a la resiliencia.

A pesar de que desde hace varias décadas la violencia contra las niñas y mujeres se ha hecho más visible, las cifras continúan colocándolas como uno de los sectores que más sufren agresiones y abusos, de acuerdo con ONU Mujeres una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sufrido violencia sexual principalmente por un compañero sentimental y alrededor de quince millones de niñas adolescentes de 15 a 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas en todo el mundo.  

¿Por qué es necesaria una fecha como el 8M? Porque las agresiones han llegado a extremos inhumanos, porque es importante hacer un recuento de las muchas agresiones y muertes que nos han conmocionado en los últimos años, de la brutalidad de asesinatos, porque debemos eliminar el aún permanente estigma de poner la culpabilidad en una sola acción: la condición de mujer.

Desafortunadamente, América Latina es la región más violenta del mundo para ser mujer, y México presenta niveles alarmantes de feminicidios y agresiones, que, tristemente, siguen silenciadas por un sistema que facilita la impunidad de los perpetradores, la estigmatización social y la vergüenza que sufren las víctimas.

Contrario a lo que podría creerse, la unión, la solidaridad y el amor fueron patentes en el pasado 8M, incluso algunas de las asistentes obsequiaron a las policías que resguardaban la marcha, flores y dulces quienes estoy convencido también se ven reflejadas en quienes tomaron las calles para protestar y de alguna u otra manera también apoyan la causa.

El trabajo no solo es de ellas es de todos y como padres, esposos o amigos tenemos que continuar apoyándolas, escuchándolas, hacer consciencia y aprender a avanzar a su lado sin obstaculizar y por el contrario analizar que para nosotros el camino de deconstrucción aún es arduo e intrincado.

El 8M tiene que continuar, porque merecemos un futuro más esperanzador y aunque es cierto que la evolución para visibilizar las agresiones, los ataques, el abuso y la violencia ha sido compleja, de lo que sí estoy convencido es que trabajando juntos será más factible alcanzarlo.

*Analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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Simón Vargas Aguilar

Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

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