Pensar en la salud mental como una responsabilidad exclusiva del individuo es desconocer su dimensión social. El bienestar emocional de niñas, niños y adolescentes se forma en sus espacios habitables: hogar, escuela y comunidad. Sin una relación coherente entre estos tres entornos, los esfuerzos de prevención tienden a diluirse.

En el hogar se encuentra la primera posibilidad real de cuidado. No se requiere formación especializada para advertir señales de alerta: aislamiento repentino, alteraciones en el sueño, cambios de humor, en la forma de vestir o de hablar. Estos indicios no deben atribuirse a “comportamientos propios de la edad”. 

La observación cotidiana, sin juicio, es la forma más elemental de prevención. Detectar estos focos rojos no implica resolver en casa lo que requiere atención profesional. Implica construir un puente: acercar al adolescente con respeto y canalizarle con especialistas que puedan brindar el acompañamiento necesario.

Conocer sus hábitos en redes sociales, lo que comparten y consumen, también es parte de ese cuidado. En esos espacios digitales —a los cuales según encuestas del INEGI tienen acceso hasta el 78 por ciento de las y los usuarios de smartphones— se pueden expresar angustia, rabia o vacío.

Ahí, bajo la promesa de pertenencia, se normalizan estándares inalcanzables que afectan la autoestima y distorsionan el afecto.

En la escuela hay oportunidades para fortalecer medidas apropiadas de seguridad y de atención psicológica. Casos como el ocurrido en el CCH Sur, donde un joven mató a un alumno e hirió a un trabajador, revelan una afectación emocional que no encontró contención.

La comunidad representa el tejido que da continuidad al cuidado fuera del hogar y del espacio escolar: amigos, vecinos, redes barriales, colectivos juveniles, sitios de deporte. La iglesia en repetidas ocasiones ha hecho llamados a trabajar en comunidad, cercanía y escucha para promover la paz.

Políticas públicas instruidas por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, como Auxilio Escolar —que ha disminuido en 60 por ciento los incidentes en las inmediaciones de escuelas con la presencia de servidores públicos a la hora de entrada y salida y la videovigilancia del C5—, y Vida Plena, Corazón Contento que lleva atención a la salud mental y emocional a estudiantes, son muestra de cómo la seguridad se construye desde lo individual.

El bienestar emocional cuenta con un triángulo —familia, escuela y comunidad— desde donde es posible prevenir, acompañar y cuidar.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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