La mente humana puede ser un santuario de esperanza o una celda sin salida cuando se le niega consuelo. En el marco del Día Internacional para la Prevención del Suicidio, urge colocar la salud mental en el centro de la dignidad humana, libre de prejuicios y estigmas. El dolor emocional no es debilidad ni falta de fe: es sufrimiento real y necesita escucha, acompañamiento y ayuda concreta.

Reconocer la salud mental como parte integral de la vida es indispensable para prevenir el suicidio. Se trata de un fenómeno complejo y global, en el que intervienen factores psicológicos, sociales, culturales, biológicos y espirituales.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año ocurren alrededor de 700 mil suicidios en el mundo. Es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años, y la gran mayoría de los casos se produce en países de ingresos bajos y medios, lo que revela no sólo un problema de atención clínica, sino también de justicia social.

Este año, en el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la Ciudad de México hemos atendido cerca de 3 mil 400 llamadas relacionadas con intentos, amenazas o concreciones suicidas. Las primeras, referentes al acto suicida al cual sobrevive una persona, representan el 60.8 por ciento; las segundas, con el 38.5 por ciento. Los casos fatales significan menos del uno por ciento.

Las cifras hablan de la urgencia de tejer redes de apoyo. Durante siglos, los trastornos mentales fueron vistos con miedo o rechazo. Ahora sabemos que esa mirada solo ahonda el sufrimiento. La misericordia, compasión y acompañamiento son los caminos que señala el Evangelio.

Un ejemplo luminoso en esa tarea es Santa Dymphna. Nacida en Irlanda en el siglo VII, fue hija de un rey pagano que, tras la muerte de su esposa, perdió la razón y deseó casarse con su propia hija. Dymphna huyó para preservar su pureza y su fe, pero fue perseguida y asesinada por su padre. Su martirio, marcado por la violencia, desprotección y locura, la convirtió en patrona de quienes sufren enfermedades
mentales, traumas y abusos.

Su figura no es sólo memoria piadosa: es signo vivo de la dignidad inviolable de toda persona que padece en silencio. Ella nos recuerda que no hay sufrimiento que debaesconderse. Pedir ayuda, hablar del propio dolor, buscar acompañamiento, son actos de valor que redimen del aislamiento.

Por eso urge romper con el estigma. La salud mental debe ser cuidada en los hogares, escuelas, en las comunidades de fe. Tenemos la oportunidad de tender puentes con especialistas, abrir espacios de escucha, difundir líneas de emergencia como el 9-1-1 o instituciones como el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX, donde la ayuda está disponible.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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Salvador Guerrero Chiprés

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