El Padre Francisco de Roux, un jesuita en quien convergen fe y justicia social, asumió una de las tareas más difíciles de Colombia: presidir la Comisión de la Verdad, destinada a investigar las heridas más profundas de un conflicto armado desgarrador.

Bajo su liderazgo, la Comisión fue espacio de memoria y catarsis nacional, donde las voces silenciadas por el miedo y violencia encontraron un lugar para ser escuchadas con empatía.

Su vida ha sido un viaje hacia los rincones más oscuros de la condición humana para guiar, a través del dolor y el arrepentimiento, hacia la verdad.

De Roux, nacido en Cali hace 81 años, escuchó historias desafiantes de la comprensión, como el testimonio de una madre cuyos dos hijos fueron reclutados por diferentes bandos —militares e insurgentes— y murieron en un duelo fratricida que sólo el absurdo de una guerra iniciada en la década de los 60 puede explicar.

En 2017, el sacerdote jesuita fue nombrado para presidir la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, como un reconocimiento a su labor en Magdalena Medio donde creó el primer Laboratorio de Paz de Colombia. En 2022 rindió un informe de miles de páginas resultado de más de 14 mil entrevistas y 30 mil conversaciones con personas de todos los sectores sociales, regiones e identidades étnicas.

Conocimos más de la trascendente labor de quien llaman Pacho esta semana, junto con la delegación encabezada por Clara Brugada, Jefa de Gobierno electa de la Cuidad de México —integrada por su equipo de trabajo y las y los alcaldes electos de Morena—, que tuvo encuentros con actores sociales promotores del cambio y la construcción de la paz en Bogotá y Medellín.

El derecho a la verdad y el acceso a la justicia, donde la posibilidad de alcanzar el perdón entre víctimas y victimarios es central para la paz, no puede ser entendida sin la intervención del jesuita, quien enfrentó amenazas a su vida y, como ha dicho en diferentes ocasiones, escuchó pasar de cerca las balas.

De Roux comprendió que el objetivo de la Comisión no era castigar, sino sanar, para lo cual se necesita compasión, comprensión, valentía y abandonar las armas.

En junio del año pasado, en una entrevista con motivo del reconocimiento con el doctorado Honoris Causa de la Universidad Iberoamericana, comentó: “la salida nunca son las armas, nunca, ni de parte del Estado ni de parte de la sociedad civil”.

La voz de un constructor de paz.

Correo:salvadorg@consejociudadanomx.org

Twitter:@guerrerochipres

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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