Al final de sus partituras, Johann Sebastian Bach firmaba con la letras S.D.G: Soli Deo Gloria —Solo a Dios la Gloria— porque entendía su música como una forma de servicio, una vocación profundamente espiritual.

Luterano convencido, Bach vivió en una época —primera mitad del siglo XVIII— cuando el arte y la religión estaban íntimamente entrelazados. Durante casi tres décadas fue el Kantor de la iglesia de Santo Tomás, en Leipzig, Alemania, donde su responsabilidad incluía no solo enseñar música, sino componer obras semanales para el culto. Eso lo llevó a escribir cantatas, misas, pasiones, y corales en una cantidad y calidad sin precedentes. Por eso se dice que solo escribía para Dios.

En tiempos donde el ruido del mundo se vuelve más fuerte que la melodía del alma no está de más preguntarnos: ¿qué música escuchamos y, sobre todo, qué música moldea nuestros valores?
En 2022, un grupo diverso de músicos y artistas se reunió con el Papa Francisco en el Vaticano. No fue un encuentro casual ni un gesto de cortesía diplomática. Fue un acto deliberado para pensar juntos cómo el arte puede ser un instrumento de cambio, de sanación, de construcción de paz.

De ese encuentro surgió Vitae, una fundación global con una misión concreta: promover los valores universales a través de la cultura, con especial énfasis en la música, el cine y las artes visuales. Vitae Fest, su expresión pública más visible, nació como un espacio de encuentro y celebración donde artistas católicos y no católicos se comprometen a hacer del arte un acto de servicio, un canal de esperanza y un terreno fértil para el bien.

El propósito no es competir en volumen ni buscar fama en plataformas digitales. Su apuesta es recuperar la capacidad de la música para tocar el alma, para decir lo que las palabras no logran, sembrar preguntas donde el cinismo ha hecho nido. Desde sus inicios, el proyecto ha convocado a artistas de distintos estilos y credos, pero con un punto en común: la convicción de que el arte puede —y debe— elevar.

En este contexto, este sábado 3 de mayo se presenta el Vitae Fest en el Zócalo capitalino, como un ejemplo del papel que puede desempeñar la música en la construcción de un proyecto colectivo de paz.
Este movimiento cultural contrasta de manera inevitable, aunque sin necesidad de estridencia, con ciertas corrientes musicales que exaltan la violencia y grupos que la originan.

Ya lo mencionaba el Papa Francisco: “El arte y especialmente la música puede convertirse en un instrumento privilegiado para promover el diálogo entre culturas y religiones, así como para edificar puentes de paz y entretenimiento entre los pueblos.”

Más artículo del autor: Francisco, vicario de las periferias

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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Salvador Guerrero Chiprés

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