“Hasta que no ampliemos el círculo de compasión a todos los seres vivos, la humanidad no encontrará paz”. La frase de Jane Goodall, la primatóloga británica fallecida esta semana a los 91 años, une ciencia, ética y espiritualidad en una misma apuesta: reconocernos como parte de una comunidad más amplia, donde los animales no son recursos ni utilería, sino compañeros de camino.

Durante siglos, los animales fueron vistos como herramientas o bienes en movimiento. Criaturas en la periferia del mundo humano, sin derechos ni lugar propio. Sin embargo, poco a poco hemos aprendido que la dignidad no es exclusiva de la especie humana. La ética contemporánea ha puesto de relieve que la vida, en todas sus formas, merece consideración moral.

El 4 de octubre, Día Mundial de los Animales, declarado en 1929, se conmemora en coincidencia con la festividad de San Francisco de Asís. El poverello —el sobrenombre italiano con el cual era conocido y que significa “pobrecillo”—, nacido en 1182, es recordado por hablar con los pájaros, fraternizar con el lobo de Gubbio y proclamar a todos los seres, desde el sol hasta las lombrices, como hermanas y hermanos en la creación de Dios. Su mirada no fue sentimental, sino profundamente teológica: el bienestar humano intrínsecamente ligado al bienestar animal y ambiental.

A su lado, la tradición ofrece el ejemplo de San Antonio Abad, nacido en Egipto en el año 251, quien desde su retiro en el desierto compartió alimento y compañía con animales que acudían a él. Los relatos lo muestran devolviendo la vista a jabalíes o protegiendo cerdos destinados al sacrificio.

Ahora, esa conciencia espiritual se traduce en preocupación social concreta. En la Ciudad de México, el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) recibió, entre enero de 2023 y septiembre de 2025, más de 50 mil reportes relacionados con rescate de fauna silvestre y doméstica, maltrato y robo.

No basta con indignarse en redes sociales ante un caso de maltrato, ni con emocionarse al ver un video de rescate. La fe y la ética nos piden dar pasos concretos: llamar al 9-1-1, denunciar de forma anónima al 089, proteger los espacios donde habitan animales, educar a los niños en el respeto a todas las criaturas.

Los animales no son un lujo ni una moda. Son parte de la comunidad de la creación, donde todo está vinculado. El INEGI estima que en el 80 por ciento de los hogares vive al menos un animal de compañía. Cuidarles no es solo acto de piedad, es compromiso social y espiritual, construir comunidades seguras, donde cada criatura encuentra respeto y resguardo.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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