Su vida estuvo marcada por una profunda vocación de servicio a las y los más vulnerables, especialmente a enfermos, huérfanos y personas adultas mayores. Vivió en la Francia del siglo XVII, una época marcada por la pobreza y la falta de asistencia sanitaria.
En ese contexto, Luisa de Marillac fundó, junto con San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad, un modelo de asistencia basado en la proximidad, compasión y dignidad humana, vigente en la actualidad.
El 29 de octubre se conmemora el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, una fecha para visibilizar la importancia de ese trabajo y la necesidad de valorar a quienes dedican su vida a cuidar de otras personas.
Según la Organización Internacional del Trabajo, en el mundo aproximadamente 2.1 millones de personas requieren algún apoyo en su vida diaria, ya sea por salud, discapacidad o edad avanzada. Y para el año 2030 se necesitarán unos 100 millones de nuevos puestos de trabajo en este sector, ocupado hasta en un 75 por ciento por mujeres.
En México, de acuerdo con el INEGI, 36 millones requieren atención por enfermedad, discapacidad o envejecimiento. Además, un informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social indica que las cuidadoras dedican, en promedio, 35 horas semanales sin remuneración alguna.
La caridad, como la manifestada por Luisa de Marillac, ha sido un pilar fundamental de la vida social y moral, entendida como una virtud que implica ayudar a las y los necesitados, compartir bienes materiales y actuar con compasión.
Estos actos, individuales o colectivos, complementan las políticas públicas enfocadas en la justicia social. En la Ciudad de México, por ejemplo, la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, plantea un Sistema Público de Cuidados con atención a la niñez y personas adultas mayores, para ayudar a las cuidadoras.
El trabajo no debe recaer exclusivamente en las o los cuidadores o en instituciones. Desde la comunidad, podemos contribuir a mejorar la calidad de vida de quienes requieren apoyo, a través de la creación de redes vecinales hasta la participación en organizaciones de asistencia.
Luisa de Marillac no se limitó a lo material, abarcó un cuidado integral, físico y emocional, como una manera de respetar y honrar la dignidad de las personas. Visitó hogares y brindó apoyo médico, alimentos y consuelo espiritual. Su modelo de atención es una referencia en la actualidad.
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la Fe.
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