Apenas escuchamos la alerta sísmica o sentimos un ligero movimiento de la tierra nuestro cuerpo libera adrenalina —la hormona del miedo— y las emociones conectan nuestra fe.

La necesidad de orar o encomendar nuestro bienestar a un ser supremo es frecuente en situaciones de incertidumbre, como lo es experimentar temor y buscar apoyo de otras personas.

Incluso, una investigación de la Universidad de Oxford realizada a finales de la década pasada reveló que luego de desastres naturales, en particular terremotos, hay un incremento en religiosidad, como una forma de consuelo.

En días recientes, una serie de microsismos —un concepto que hasta hace algunos años no nos quitaba el sueño— sorprendieron y, literalmente, despertaron a quienes vivimos en la Ciudad de México. A muchas y muchos nos pusieron a rezar a media calle. “¡Ay, Dios, está temblando!”. La frase la escuchamos en más de una o uno.

Fueron comunes las escenas de familias o personas solas que reflejaban preocupación, ansiedad, dudas y otras emociones propias ante eventos de la naturaleza sobre los que no tenemos posibilidad de predecir.

El Servicio Sismológico Nacional reportó que tan solo entre el 10 y el 16 de mayo se registraron 24 microsismos en la Ciudad de México, con magnitudes de entre 1.4 y 3 grados. Desde el año 2000 se han presentado al menos 266, la mayoría imperceptibles para la población.

Este tipo de movimientos se han dado desde 1928 en la capital nacional, en 1974 comenzaron a medirse y a la fecha no hay razones para considerar que pueda ocurrir un sismo con la fuerza de los procedentes de la costa del Pacífico.

El conocimiento y la conciencia de lo que está ocurriendo nos puede ayudar a enfrentar cualquier situación. En materia sísmica somos una comunidad mejor preparada y más resiliente de aquella que padeció los sismos del 19 de septiembre de 1985 y del mismo día del 2017.

Contamos con instituciones que han desarrollado esquemas de prevención como la alerta sísmica, cuya utilidad puede hacer la diferencia entre la vida y la fatalidad.

La RED ECOS de Sismología, compuesta por 173 estaciones de monitoreo de la CDMX creada en 2019, permite avanzar en la investigación de movimientos de magnitud no mayor a 4.

Aunque la ciencia nos dice que no hay razones para alarmarse, en el Consejo Ciudadano de la CDMX ofrecemos contención ante la sintomatología emocional generada en un evento sísmico: ansiedad, miedo, angustia, insomnio, estrés, preocupación y pánico.

En la Línea de Seguridad o Chat de Confianza, 55 5533 5533, hemos apoyado a más de 100 personas, 80 por ciento mujeres y 66 por ciento de entre 21 y 50 años. Estamos para ayudarte.

Correo:salvadorg@consejociudadanomx.org

Twitter:@guerrerochipres

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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