La canonización de Carlo Acutis, el joven italiano conocido como el “influencer de Dios”, además de la elevación a la santidad de un adolescente, representa el diálogo de la Iglesia con comunidades y familias sobre el modo como habitamos el mundo digital.
Reconocer a un millennial como ejemplo de vida cristiana indica, en el plano simbólico y pastoral, que la santidad puede germinar en los escenarios más comunes: en videojuegos o el tiempo compartido frente a una pantalla.
Carlo, quien falleció a los 15 años en 2006 y fue canonizado el pasado 7 de septiembre por el Papa León XIV, convirtió la curiosidad técnica en servicio. Con conocimientos básicos de programación reunió y publicó relatos sobre milagros eucarísticos en un sitio web propio. Lo hizo como quien entiende la red como un atrio del mundo moderno. Su vida invita a mirar con criterio pastoral las posibilidades de encuentro, acompañamiento y evangelización que ofrecen los medios digitales.
En el ecosistema digital, quienes son referentes suelen compartir algunas características: construyen narrativas personales que permiten a los seguidores identificarse y convierten temas cotidianos en relatos capaces de atraer la atención. El influencer articula comunidades virtuales alrededor de intereses comunes.
En México la presencia de internet y redes es masiva: a inicios de 2024 había más de 100 millones de usuarios de internet y alrededor de 90 millones de usuarios de redes sociales. Estos datos consolidan la idea de que las y los jóvenes habitan como nativos un entorno donde las relaciones públicas y privadas convergen también en lo virtual.
¿Qué implica esto para la vida de la Iglesia?
Primero, reconocer que las redes pueden convertirse en espacios de acompañamiento: desde cuentas parroquiales que informan y convocan con respeto y coherencia, hasta comunidades virtuales de oración y escucha que sostengan a quienes viven situaciones de soledad o riesgo. Segundo, formar digitalmente: enseñar a jóvenes y familias a navegar con criterios éticos, a leer fuentes, detectar violencia simbólica y construir contenidos que edifiquen en lugar de fragmentar. Tercero, impulsar iniciativas de seguridad y cuidado para proteger a menores y crear entornos donde la libertad y la dignidad humana se preserven.
La santidad de Carlo Acutis es una llamada a la creatividad pastoral. Esto supone también una tarea comunitaria: producir contenidos que promuevan la fraternidad, esperanza y servicio.
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