HECHOS
En mi pueblo, al sur del Estado de México, parece que la vida transcurre tranquila, que todo está en paz y que no hay problemas. Lo que pasa es que todo mundo paga derecho de piso a la delincuencia que domina la región, que dice ser de La Familia Michoacana.
Con sus armas largas, imponen su ley. Y como a esos lo que les importa es sacar dinero y nuestros pequeños comerciantes y campesinos pagan la cuota que les imponen, nos dejan “tranquilos”. Como sólo ellos dominan el territorio y no hay otro cártel que les invada la región, no hay tanta inseguridad y violencia para la comunidad. Por eso, parece que estamos en paz, cuando la verdad es que hay una esclavitud generalizada, que el gobierno no ha podido controlar y evitar.
En Chiapas, hace años, para el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos, el cártel del Chapo Guzmán dominaba todo el territorio. Cuando los Zetas quisieron entrar por Palenque, fueron corridos por el otro grupo y parecía que estábamos en paz. Ahora, la situación allá ha cambiado mucho, porque son diversos cárteles los que se pelean por extorsionar tanto a los chiapanecos como a los migrantes que pasan por la frontera; les cobran miles de dólares para pasar adelante; y si sus familias no depositan la cantidad que imponen, los torturan, los obligan a enrolarse, o los eliminan.
Es de justicia decir que nuestras autoridades, tanto estatales como federales, han empezado a cambiar la estrategia del sexenio anterior de abrazos, no balazos, que tanto daño nos ha causado. Aunque no lo quieran decir explícitamente, por no incomodar a su jefe, la realidad de violencia en el país les ha obligado a tratar de frenar e impedir la presencia tan activa de tantos grupos criminales que hay. Ya se ha aprobado una nueva ley contra la extorsión, que esperamos dé buenos resultados.
ILUMINACION
Los obispos mexicanos, al término de nuestra reciente asamblea, en forma unánime emitimos un mensaje que describe algunos aspectos de nuestra realidad nacional, no con el ánimo de hacer política partidista contra el gobierno, sino para generar esperanza y cercanía con nuestro pueblo. Entre otras cosas, dijimos: “Vivimos tiempos difíciles, la violencia se ha vuelto cotidiana. Ese cáncer del crimen organizado que padecemos descia,de hace años ha extendido sus tentáculos a muchos rincones del país. Ninguno de los dirigentes que gobierna este país ha logrado erradicar este mal. En muchas regiones nuestra Nación sigue bajo el dominio de los violentos. No debemos tener miedo de hablar de lo que todos sabemos, pero algunos prefieren callar:
Continúan los asesinatos y las desapariciones. Sigue derramándose sangre inocente en nuestras calles, pueblos y ciudades. Familias enteras son desplazadas por el terror de la delincuencia organizada. Vivimos la inseguridad cotidiana al transitar por los caminos y autopistas. Las extorsiones se han vuelto sistemáticas para pequeños y medianos empresarios, para agricultores y transportistas, incluso para las familias humildes, obligados todos a pagar ´cuotas´ a los criminales bajo amenazas de muerte. El Estado, que en muchos lugares ha cedido el control territorial a grupos delictivos, no logra recuperarlos.
Queremos que sepan que nuestra cercanía está siempre con las víctimas, con los pobres, con los que sufren. Que nuestra amistad es sobre todo con el pueblo sencillo que lucha cada día por sobrevivir con dignidad. Como nos dice el Papa León XIV en su Exhortación Apostólica Dilexi Te: «El cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos» (DT 103). No lo hacemos con odio ni con resentimiento. Lo hacemos con la firmeza que brota del amor. Porque amamos a este pueblo del que somos parte. Porque amamos a esta que es nuestra nación. Y precisamente por ese amor no podemos callar ante lo que está mal. Nos dice el Papa León XIV en su exhortación apostólica: «Siempre debe recordarse que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación individual e íntima con el Señor. La propuesta es más amplia: es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43). Entonces, tanto el anuncio como
la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino»
(DT 97)”.
ACCIONES
Esperando que el gobierno haga lo que le toca y que defienda en verdad al pueblo, nosotros hagamos lo que nos toca, que es orar por nuestras autoridades y educarnos para ser respetuosos de los derechos de los demás y promover la solidaridad con los que sufren.
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