MIRAR

No invento lo que aquí comparto; son testimonios directos de quienes a diario lo viven. En mi pueblito, por ejemplo, las tiendas de abarrotes no pueden vender cajetillas de cigarros si no llevan dos sellos que indican que están autorizados por el grupo criminal que controla casi todo en nuestra región. Deben comprar esos cigarros a un distribuidor autorizado y obligado por ellos, al precio que ellos ordenan; subieron más de un dólar a cada cajetilla.

Lo que platico de cigarros, lo aplican en forma semejante a casi todo lo demás. El kilo de tortillas, alimento base para el pueblo, costaba quince pesos; hoy está a veintiseis (casi un dólar y medio), sólo porque el maíz se debe comprar a quienes ellos indican y al precio que disponen. Lo mismo el huevo, el pollo y casi todos los alimentos. Si quieres construir una casa, o hacerle algún arreglo, no puedes comprar los materiales en la ciudad capital, donde son mucho más baratos, sino con el distribuidor con quien ellos hacen convenio, no por voluntad de éste, sino obligado, y al precio que ellos exigen, pues de cada venta reciben un buen porcentaje. Agricultores de flor, aguacate, jitomate, chile, durazno, pepino, etc., deben pagar su cuota por cada metro cuadrado de terreno, o por cada caja de su producto. Muchos la pagan para evitarse represalias, pues se sienten indefensos. A diario salen de los montes cercanos al Volcán de Toluca varios camiones cargados de trozos de madera de pino, y pasan libremente por las carreteras sin que alguien los pueda detener. No les importa el daño que están causando al medio ambiente, sino sacar dinero.

En nuestras fiestas populares, no se pueden vender vinos, licores o cervezas, sino sólo los que ellos mismos expenden y al precio que quieren. Sólo se puede contratar a grupos musicales para esas fiestas, si ellos lo autorizan; si se hace sin su consentimiento, toman represalias incluso sanguinarias. Si se programan jaripeos, deben estar autorizados por ellos; incluso obligan a presidentes municipales vecinos a que paguen una corrida, y si no lo hacen, se exponen hasta perder el puesto. Para que los dejen gobernar en su municipio, deben hacerlo de acuerdo con ellos y en las condiciones que imponen. En las mismas elecciones, no gana sino aquel que está autorizado por ellos. Invaden toda la vida.

¿Qué hace la autoridad para evitar esto? Hace lo que puede, y agradecemos a militares, guardia nacional y policías estatales sus sacrificios por dar protección a los pueblos, pues pasan muchas limitaciones para comer, dormir y cuidarse de tantos peligros; sus familias sufren mucho también. Sin embargo, la autoridad está rebasada y no ha encontrado la forma eficaz para evitar el desbordamiento de los extorsionadores. Estos tienen demasiado poder, por las armas que poseen, y controlan muchos territorios, incluso en las grandes ciudades.

El día en que los campesinos de Texcapilla se defendieron del grupo extorsionador que capitaneaba El Payaso, cuando mataron a todo su equipo, quedaron heridos cuatro campesinos y fueron trasladados al hospital más cercano, en Coatepec Harinas. Por la noche de ese mismo día, otro grupo criminal, de la misma organización, llegó con armas al hospital y se llevaron a tres de los heridos; no sabemos si viven o ya los mataron, en represalia, y para que otros pueblos no se atrevan a hacer lo mismo que los de Texcapilla.

Al cuarto herido lo dejaron porque les dijo que estaba allí por otro motivo. A los dos días, el ejército llegó al hospital para proteger a este herido, para que no vinieran y se lo llevaran también, y para que no se lleven a médicos o enfermeras a cuidar a sus afiliados. Nos dicen que hay otros veinte desparecidos, cuya suerte se ignora. Con todo esto, nuestros pueblos viven en temor constante. Nuestro gobierno está tratando de hacer algo para evitarlo, pero aún no encuentra la forma adecuada. Insisten en que las personas hagan denuncias, pero nadie se atreve a hacerlas, pues se exponen a perder la vida. Nuestro Presidente dice que esto es un problema de tráfico de drogas; no es así. Sólo los del grupo criminal consumen drogas; nuestra región no es productora,  ni consumidora ni traficante de drogas.

DISCERNIR

El episcopado mexicano, en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, dice: “El panorama social se ha ido ensombreciendo paulatinamente por el fortalecimiento alarmante del crimen organizado que tiene múltiples ramificaciones y un entorno internacional que lo alimenta y fortalece, corrompiendo la mente y el corazón de personas y autoridades.  La introducción de una narco-cultura en nuestra sociedad mexicana, de conseguir dinero rápido, fácil y de cualquier forma, ha venido a  dañar profundamente la mente de muchas personas, a quienes no les importa matar, robar, extorsionar, secuestrar o hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos. Hechos tristemente exaltados cada día como material mediático por los medios de comunicación. Son muchas las causas que alimentan esta hoguera y que mantienen encendida esta llama de dolor: la pérdida de valores, la desintegración familiar, la falta de oportunidades, los trabajos mal remunerados, la corrupción galopante en todos los niveles, la ingobernabilidad, la impunidad, etc. Esta sociedad que tendría que ofrecer a todos los ciudadanos las condiciones necesarias para vivir con dignidad, está dañada y es necesario que todos como miembros de ella tomemos conciencia de esta realidad y nos hagamos responsables, para que pueda cumplir como un espacio de vida digna para todos sus miembros” (57).

Ya desde el 15 de febrero de 2009, en el mensaje Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna, expresamos: “La extorsión es otra forma de violencia que gana terreno. Consiste en la intimidación de una persona mediante amenazas, contra la libertad o integridad física propia o de sus familiares o contra su patrimonio, con la finalidad de conseguir de ella trasferencias de dinero o comportamientos contrarios a su voluntad.

En los últimos años se ha incrementado en nuestro país la violencia causada por organizaciones criminales, distinta de la violencia intrafamiliar y de la que es causada por la delincuencia común. Esta violencia tiene sus propias características, sus causas y sus circunstancias. Se caracteriza por la crueldad, por la venganza, por la exhibición de poder y por la intención de intimidar a quienes son considerados rivales y a toda la sociedad.  Algunas de las actividades criminales más comunes en este contexto son: el narcotráfico, el secuestro, la trata de personas, el lavado de dinero, distintos tipos de extorsión y las ejecuciones intimidatorias”.

ACTUAR

Esperamos que la cercana Navidad nos haga reflexionar en el mensaje de Jesús, que busca la gloria de Dios y la paz en la humanidad. El camino es el mismo de Jesús: amar y servir, en la familia y en la comunidad. Que la Virgen María y el Espíritu Santo hagan realidad estas esperanzas. ¡Santa Navidad!

Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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