MIRAR

Ha concluido en Roma la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con participación de muchos otros miembros del Pueblo de Dios. Se ha publicado el Informe de Síntesis, que recoge los aportes recibidos en el aula sinodal, más todas las aportaciones que se hicieron en toda la Iglesia durante dos años anteriores. El Sínodo no empieza ni termina aquí, sino que es un proceso de la vida de la Iglesia, antes y después del Concilio Vaticano II (1962-65).

Si sinodalidad significa que todos los bautizados sean miembros vivos y operantes de la Iglesia, esto ya sucedía tanto en lo que nos describe Hechos de los Apóstoles 15, como en lo que ya se hacía antes del Concilio. Por ejemplo, en mi pequeña población, no había sacerdote y mi papá, junto con otros laicos, asumía el servicio de estar al frente de la comunidad. Iba a la ciudad cercana a recibir su formación por parte de la Acción Católica; luego daba la catequesis diferenciada a jóvenes y adultos, presidía la celebración dominical, que llamaban Misa de los campesinos, sin sacerdote, y promovía lo que hoy llamamos pastoral social: que hubiera carretera, luz eléctrica, escuela, salud y desarrollo.

Después del Concilio Vaticano II, sobre todo en lugares donde no hay suficientes sacerdotes, los catequistas, mujeres y varones, religiosas y diáconos, previa formación recibida por parte de su párroco, son los animadores integrales de la comunidad, tanto en la evangelización y la catequesis, como en las celebraciones y en el desarrollo integral. Esto lo hemos vivido en muchos lugares y no es moda actual. Lo que pide el Sínodo es que todos los bautizados asuman su lugar y su misión en la tarea de continuar la obra de Jesús, para el bien de la humanidad.

DISCERNIR

En cuanto a la importancia del apostolado de los laicos, ya dijo el Concilio en su Decreto Ad gentes: “La Iglesia no está verdaderamente formada, no vive plenamente, no es señal perfecta de Cristo entre los hombres, en tanto no exista y trabaje con la jerarquía un laicado propiamente dicho” (21).

El Papa decía en su homilía de clausura de esta sesión sinodal: “La Iglesia que estamos llamados a soñar: una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos. Una Iglesia que no exige nunca un expediente de ´buena conducta´, sino que acoge, sirve, ama, perdona. Una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia… Se concluye la Asamblea sinodal. En esta ´conversación del Espíritu´ hemos podido experimentar la tierna presencia del Señor y descubrir la belleza de la fraternidad. Nos hemos escuchado mutuamente y, sobre todo, en la rica variedad de nuestras historias y nuestras sensibilidades, nos hemos puesto a la escucha del Espíritu Santo. Hoy no vemos el fruto completo de este proceso, pero con amplitud de miras podemos contemplar el horizonte que se abre ante nosotros. El Señor nos guiará y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y más misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos”.

Pero esto es un proceso de vida, que no se queda en un evento. Como dice el Informe de Síntesis: “La Asamblea no es un acontecimiento aislado, sino una parte integrante y una etapa necesaria del proceso sinodal. En la multiplicidad de intervenciones y la pluralidad de posiciones resonó la experiencia de una Iglesia que está aprendiendo el estilo de la sinodalidad y buscando las formas más adecuadas para realizarla. Esta fase durará hasta octubre de 2024, cuando la Segunda Sesión de la Asamblea concluirá sus trabajos, ofreciéndolos al Santo Padre.

De hecho, el camino sinodal pone en práctica lo que el Concilio enseñó sobre la Iglesia como Misterio y Pueblo de Dios, llamada a la santidad. Valora la contribución de todos los bautizados, en la variedad de sus vocaciones, a una mejor comprensión y práctica del Evangelio. En este sentido, constituye un verdadero acto de recepción ulterior del Concilio, prolongando su inspiración y relanzando su fuerza profética para el mundo de hoy.

El sentido del camino sinodal convocado por el Santo Padre es implicar a todos los bautizados… No es fácil escuchar ideas diferentes, sin ceder inmediatamente a la tentación de replicar; ofrecer la propia contribución como un don para los demás y no como una certeza absoluta. Sin embargo, la gracia del Señor nos ha llevado a hacerlo, a pesar de nuestras limitaciones, y ésta ha sido para nosotros una verdadera experiencia de sinodalidad. Practicándola, la hemos comprendido mejor y hemos captado su valor.

El estilo de la sinodalidad aparece como un modo de actuar y operar en la fe que brota de la contemplación de la Trinidad y valora la unidad y la variedad como riqueza eclesial… La sinodalidad se presenta principalmente como un camino conjunto del Pueblo de Dios y como un diálogo fecundo de carismas y ministerios al servicio de la venida del Reino… La sinodalidad aparece principalmente como un conjunto de procesos y una red de organismos que permiten el intercambio entre las Iglesias y el diálogo con el mundo”.

ACTUAR

El Papa Francisco ha criticado frecuente y duramente el clericalismo, que es como acaparar la misión de la Iglesia y como un abuso de poder por parte de los clérigos. Si nosotros fallamos en esto, pidamos al Espíritu Santo la gracia de convertirnos. Y las religiosas y demás laicos ayúdenos a entrar en este proceso de sinodalidad, como estilo de vida eclesial, en que todos participamos. La autoridad, según Jesús, es servicio.

Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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