MIRAR

Cuando yo estudiaba Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España (1959-63), cada ocho días, en el salón de clases y con todos los alumnos de varios países,  teníamos un ejercicio parecido a un debate para profundizar en alguna tesis: alguien exponía y otros ponían objeciones. Cuando me tocó exponer, me indicó el profesor que debía hablar sobre la inhabitación de Dios en nosotros, según 2 Pedro 1,4 que dice: “Ustedes participan de la naturaleza divina”. Pusieron a dos compañeros que me hicieran objeciones sobre el tema y yo procuré defender lo que dice la sana doctrina. El debate era sobre ideas, no sobre nuestra vida personal. Así aprendíamos a profundizar los temas. ¡Excelente recurso pedagógico! Todo era en latín. No había distracciones, como ahora con los celulares que distraen a los alumnos: no profundizan los temas ni los retienen en la memoria.

Estamos en tiempo preparatorio a elecciones en nuestro país y es costumbre organizar debates entre los contendientes a diversos puestos. Son interesantes para conocer las propuestas que cada quien ofrece y valorar su personalidad. Sin embargo, lo que más resalta son las descalificaciones entre candidatos. Más que debatir sobre las diferentes opciones para mejorar el país, que no son sólo dos, se ventilan datos, ciertos o mal interpretados, incluso sobre la vida privada, para sembrar desconfianza hacia los otros y ganar votos. Eso rebaja la calidad de los debates, pues parecen más un ring de peleas y un campo de batallas, en que se intenta derrotar a los otros; es poca la discusión sobre la conveniencia o factibilidad de una propuesta.

Siempre es necesaria una sana discusión sobre las distintas opciones para el país; pero se degrada cuando todos los días por la mañana se ofende a quien no está de acuerdo con una forma de gobernar; cuando se pontifica sobre todos los asuntos, como si se tuvieran todos los datos sobre la realidad que se vive y como si uno fuera la mejor solución a los problemas y necesidades reales. Abusando del poder que se tiene, se insulta y se descalifica a quienes tienen otra forma de ver las cosas. Esto degrada la política; ya no es un diálogo respetuoso para encontrar juntos la mejor opción, sino una autodefensa con ofensas a los demás. Eso no es inteligencia, menos sabiduría, sino sólo astucia demagógica. Hace falta un diálogo respetuoso entre las distintas visiones de país, no los pleitos viscerales que a veces vemos también entre los legisladores.

DISCERNIR

Al respecto, dice el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti:

“La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” (15).

“En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso” (16).

ACTUAR

Es recomendable ver los debates entre candidatos, para estar mejor informados y el 2 de junio próximo emitir nuestro voto más razonado; pero hay que discernir y no dejarse convencer por las ofertas más atractivas y por la propaganda, ni siquiera por las encuestas, menos por el dinero que el gobierno reparte, que por cierto no suyo sino de nuestros impuestos. Los apoyos sociales no se perderán cuando gane equis partido, porque son derechos reconocidos por las leyes y ningún candidato es tan tonto para quitarlos.

Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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