HECHOS

Clodovis y Leonardo Boff son hermanos carnales, ambos sacerdotes brasileños franciscanos, con posturas contrastantes desde hace años. Clodovis insiste en la necesidad de la oración, de la liturgia, de más catequesis sobre los misterios cristianos, incluido el cielo, del anuncio más explícito de Jesucristo, etc. Su hermano Leonardo, quien ya no ejerce el ministerio presbiteral, insiste en lo social del mensaje cristiano, en la liberación de estructuras injustas, y últimamente en la eco-teología; es decir, en la lucha contra la destrucción de la naturaleza, todo con una dimensión teológica. Los dos reflejan las actitudes contrastantes en la Iglesia sobre todo de los últimos años. Hay católicos que insisten más en lo social, y otros en lo llamado “espiritual”, como si la pastoral social no fuera parte de la espiritualidad.

Con ocasión de la reciente asamblea del CELAM en Río de Janeiro en mayo pasado, por el 70 aniversario de su fundación, Clodovis envió una carta a los obispos reclamándoles que, en sus documentos, siguen insistiendo mucho en lo social, haciendo a un lado a Jesucristo. Les dice: “Perdonen mi franqueza, pero siguen repitiendo el mismo viejo estribillo: cuestiones sociales, cuestiones sociales, cuestiones sociales… y llevan haciéndolo más de cincuenta años. Queridos hermanos, ¿no ven que esta melodía se ha vuelto cansina? ¿Cuándo nos traerán las buenas nuevas sobre Dios, Cristo y su Espíritu? ¿Sobre la gracia y la salvación? ¿Sobre la conversión del corazón y la meditación de la Palabra? ¿Sobre la oración, la adoración y la devoción a la Madre de nuestro Señor? En resumen, ¿cuándo transmitirán por fin un mensaje verdaderamente religioso y espiritual? Esto es precisamente lo que más necesitamos hoy en día y lo que hemos estado esperando todos estos años”.

¿Es verdad que, cuando abordamos cuestiones sociales, nos olvidamos de Jesucristo, del Evangelio, de la oración, de la espiritualidad? Puede haber casos, es cierto. No faltan agentes de pastoral muy dedicados a lo social, pero que parecen más bien miembros de una ONG, pues dan poca importancia a la oración, a la liturgia. Por otra parte, tampoco faltan quienes insisten tanto en la oración, en las devociones, en lo piadoso y en las prácticas religiosas, que se molestan cuando les recordamos que el amor a Dios sin amor al prójimo, sobre todo al caído, es incompleto y puede ser falso.

ILUMINACION

Jesucristo armoniza perfectamente ambas dimensiones, la vertical y la horizontal. Es un hombre dedicado plenamente al servicio del pueblo, sobre todo de los excluidos y de los que sufren, pero que pasa largas horas de oración, en comunicación profunda con su Padre. Comparte con sus amigos más cercanos el momento sublime de su transfiguración, pero cuando Pedro insiste en quedarse allí, él les indica que hay que bajar del monte y estar cerca de la gente que le espera. Lo espiritual y lo social están íntimamente unidos; ni lo uno sin lo otro. Como la cruz, que tiene un palo vertical y otro horizontal, y es el vertical el que sostiene al horizontal.

Recordemos algunos documentos del Magisterio eclesial, en que se insiste que debemos unir el mensaje cristiano con el amor social. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II, en su Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, les “recomienda con toda insistencia la celebración diaria de la Misa” y la oración (PO 13), pero al mismo tiempo dice: “Aunque se deben a todos, los presbíteros tienen encomendados a sí de una manera especial a los pobres y a los más débiles, a quienes el Señor se presenta asociado, y cuya evangelización se da como prueba de la obra mesiánica” (PO 6).

San Pablo VI nos hizo ver que ambas dimensiones, vertical y horizontal, son indispensables, so pena de perder nuestra identidad de seguidores de Jesús: “No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” (EN 22). Pero también nos dijo: “Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes… No es posible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad” (EN 31).

San Juan Pablo II, a quien algunos tacharon de conservador, dijo con toda claridad: “Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse”. El texto de Mateo 25,35-36 “no es una simple invitación a la caridad: es una página de Cristología, que ilumina el misterio de Cristo Redentor. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia» (NMI 49).Pero nos advirtió: “Hay que preguntarse si una pastoral orientada de modo casi exclusivo a las necesidades materiales de los destinatarios no haya terminado por defraudar el hambre de Dios que tienen esos pueblos, dejándolos así en una situación vulnerable ante cualquier oferta supuestamente espiritual. Por eso, es indispensable que todos tengan contacto con Cristo mediante el anuncio kerigmático gozoso y transformante, especialmente mediante la predicación en la liturgia” (Ecclesia in America, 73).

Benedicto XVI, el gran teólogo y de una profunda espiritualidad, nos dijo en Aparecida: “Ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida en El, supone estar profundamente enraizados en El…. Esta prioridad ¿no podría ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos, una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual?… Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano… La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. El encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza… Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” (Discurso en la Inauguración de Aparecida, 3).

En Aparecida, el episcopado latinoamericano contradice lo que afirma Clodovis, pues la base y el centro de todo es Jesucristo; pero un Cristo que nos lleva a los demás: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29). “Los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393).

El Papa Francisco advierte con toda claridad: “No propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad” (EG 262). “La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración. Al mismo tiempo, se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación” (EG 263). “Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268).  “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! (EG 269).

Y el Papa León XIV nos ha dicho, a propósito del Evangelio reciente sobre las dos hermanas, Marta y María: “Sería erróneo ver estas dos actitudes como opuestas, así como hacer comparaciones de méritos entre las dos mujeres. Debemos aunar estas dos actitudes: por un lado, el “estar a los pies” de Jesús, para escucharlo mientras nos revela el secreto de cada cosa; por otro, ser diligentes y estar listos para la hospitalidad, cuando Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro de un amigo que necesita un momento de descanso y fraternidad» (Angelus, 20 julio 2025).

ACCIONES

Sepamos combinar ambas actitudes: mucho amor a Dios, mucha oración, consciente participación en la liturgia y en las prácticas piadosas, pero de allí sacar fuerza e inspiración para amar a los demás, sobre todo a quienes sufren en el cuerpo o en el espíritu.

Más artículos del autor: Muy católicos, pero…

Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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