Mirar

Sin desconocer los graves problemas del país y del mundo, hay muchísimas personas buenas que alientan nuestra esperanza. ¡No todo está perdido!

Por ejemplo, hay familias de recursos limitados que, con ocasión de Navidad y Año Nuevo, o en días ordinarios, elaboran comida y la regalan en las esquinas de las calles a personas que allí se ganan la vida vendiendo algo. Hacen lo mismo en hospitales, con familiares de enfermos que pasan muchas carencias. Una sobrina mía, cuando uno de sus hijos adolescente cumplió años, lo llevó a regalar comida en algunas esquinas de nuestra ciudad. Esto es muy alentador y educativo. ¡Con estas familias, vamos bien!

Ante los miles de migrantes que pasan entre nosotros, anhelando llegar a los Estados Unidos, hay organizaciones católicas y protestantes, y muchas personas de la sociedad civil, que comparten lo más que pueden con ellos. Es verdad que estamos rebasados, pues ahora son muchísimos; incluso el gobierno está rebasado; pero muchos hacen cuanto pueden por ayudar con comida, agua, albergue, medicinas y atención humanitaria. ¡Estas personas salvan al país!

Con ocasión de las recientes fiestas navideñas, muchísimas familias convivieron, intercambiaron regalos, hicieron alguna oración, participaron en las celebraciones litúrgicas, e incluso invitaron a alguien que no tenía con quien disfrutar estas fechas. Muchos mexicanos que residen en los Estados Unidos regresaron a su comunidad, para compartir con sus familias y afianzar sus raíces. ¡Cuánto valen estas familias!

En las comunidades de mi región, el gobierno ha desplegado soldados y policías en gran cantidad, para preservar la paz social, después de los acontecimientos de Texcapilla, donde los campesinos se defendieron del grupo criminal que los extorsionaba. Han desmantelado instalaciones de sus halcones, jóvenes obligados o contratadosque avisan a los criminales que se acerca el ejército, para que se oculten y los militares tengan la impresión de que la región está en paz. No es una solución definitiva, porque esos grupos siguen operando en otras comunidades, pues están muy organizados. Se necesitan más sistemas de inteligencia para detectarlos y quitarles la fuerza que actualmente tienen, dado el armamento pesado que poseen. ¡Algo se está haciendo para restablecer la paz en la región!

Durante las celebraciones litúrgicas que presidí, muchísima gente participó. Los papás y abuelos llevaron a los niños, y no faltan jóvenes que se comprometen también con su parroquia. Muchas mujeres dan servicios tanto en el altar, como llevando la santa Comunión a los enfermos y ancianos. ¡Son comunidades parroquiales vivas, que nos alientan en la esperanza!

Nueve campesinos de mi pueblo se organizaron para mejorar su producción de chile manzano (picante) y exportarlo a Estados Unidos. Les pagan en dólares y les ha ido muy bien. Otros hermanos de una misma familia, cuyos padres los sacaron adelante con mucho sacrificio, se capacitaron y producen flores de primera calidad, como las orquídeas, y las venden en muchos lugares del país, incluso las exportan. La organización comunitaria y familiar deja muy buenos dividendos. ¡Sí se puede!

DISCERNIR

El episcopado mexicano, en el Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, dice: “Nos alegra y damos gracias a Dios por el don de la familia en nuestro pueblo mexicano. Esta realidad humana sigue siendo motivo de esperanza porque constituye el lugar fundamental donde se forman los verdaderos ciudadanos y cristianos para nuestra patria. Cuánto bien nos hace ver la fidelidad, la entrega, el trabajo de cada día, el amor de padre y madre, abuelas, tíos y madres solteras criando y educando a sus hijos” (49).

“Sin negar que en el corazón humano se anidan deseos de poder y violencia, actitudes egoístas y complicidad con el mal, afirmamos la bondad original y la capacidad de conversión. Creemos en la libertad y en la responsabilidad humana como don de Dios y que, sostenidas con su gracia y en la fuerza de su Espíritu, nos capacitan para hacer el bien, abriéndonos a la generosidad y a la entrega. Reconocemos que son muchos más los gestos cotidianos de compasión y de solidaridad que en lo oculto de las familias y las comunidades cristianas se realizan. Todos ellos son signos de Redención y alientan la esperanza” (132).

“Damos gracias a Dios por esta nación mexicana a la que amamos y pertenecemos orgullosamente; valoramos las grandes cualidades que poseemos como pueblo: familiar, joven, solidario, incluyente, servicial, religioso, teológico, esforzado, trabajador, acogedor, festivo, evangelizador, indígena y mestizo. Es aquí donde el Señor quiere expresar su amor misericordioso y su cercanía a través de su Iglesia y proclamar con nuestro anuncio y testimonio que hay esperanza y que debemos levantar nuestro corazón. Queremos poner de manifiesto que la esperanza es nuestra certeza y nuestro camino y recordar que, a lo largo de la historia, nuestro pueblo ha sabido sobreponerse a momentos difíciles de donde ha salido fortalecido” (168).

“Nuestra mirada sobre la realidad está permeada por la esperanza cierta de que no caminamos solos. Es verdad que las fortalezas y las miserias de nuestra vida tienen que ver con la fragilidad de nuestras decisiones, pero también y primeramente con el Dios fiel que, en su Hijo, Redentor nuestro, nos impulsa hacia adelante para conducirnos a la plenitud de su Reino. San Juan Pablo II afirmaba con determinación en la Redemptor Hominis: ´La respuesta fundamental y esencial… la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros esta: Jesucristo, Redentor del hombre; Cristo, Redentor del mundo. A Él nosotros queremos mirar, porque sólo en Él, Hijo de Dios, hay salvación, renovando la afirmación de Pedro “Señor ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna” ´ (91).

ACTUAR

Cimentados en Jesucristo, empecemos este año 2024 con ánimo de construir nuestra patria en la justicia, la paz y la fraternidad. ¡Es posible! ¡Hay mucha gente buena! Con estos sentimientos y mi oración, les deseo un nuevo año lleno de esperanza.

Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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