El pasado 23 de septiembre se llevó a cabo en IMDOSOC el Foro de Justicia y Seguridad. El tema principal fue la defensa de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, quienes son un grupo vulnerable ante las múltiples violencias que crecen en nuestro país: desnutrición, violencia intrafamiliar, situación de calle, abandono, explotación, etc.
Como resultado de la discusión, se vislumbraron algunas claves que permiten comprender la acción social de la Iglesia en el cuidado de los derechos fundamentales de las infancias. Lo anterior, puede ayudar a aumentar la capacidad de transformación de las personas creyentes comprometidas con la justicia y la paz:
Encuentro con la realidad. No hay recetas ni manuales para la acción social, por lo que es indispensable acercarnos a la realidad con apertura y escucha.
Presencia y acompañamiento. No basta ir un par de veces, se trata de estar presentes en la realidad que queremos transformar. Eso hace la diferencia y genera confianza. Además, promueve una gran virtud: entrar en la realidad y transformarla desde adentro de la mano de las propias personas, incorporando a las personas descartas en la construcción del destino común. (FT, 169)
Involucrarse con la familia. Hay que involucrar a las familias en los procesos de intervención, ello fortalece las redes de apoyo y contribuye a la reconstrucción del tejido social. Además, este involucramiento no ha de ser impositivo, sino que debe ser fruto de una invitación que cobra relevancia y sentido por la confianza generada en el interior de la comunidad.
Sinergias y alianzas. La unidad hace la fuerza: una forma práctica de vivir este principio es creando alianzas. Solos no podemos, por lo que hay que buscar ayuda y, providencialmente, siempre hay gente buena dispuesta a colaborar. Además, es importante sumar y ser portavoz para que otros se sumen a estos proyectos. Siempre conviene buscar lo que ya se hace, dar visibilidad y fortalecer estas acciones que ya se realizan y llevarlas a donde hace falta.
Recuperar a la Iglesia. Muchas veces somos los feligreses quienes nos oponemos a proyectos de transformación social inspirados en la fe. Como laicos, tenemos el reto de abrir esos espacios al Evangelio y hacerlo vida en el amor.
Así, todas y todos estamos llamados a transformar nuestras sociedades a la luz del Evangelio y, quizá la mayor enseñanza que nos dejan organizaciones como AFEECI o la Comunidad de Sant’Egidio es que todos podemos hacer algo y cada persona tenemos algo que aportar desde nuestras fortalezas, habilidades y virtudes en la lucha por la justicia social. Pues, si Dios está con nosotros, ¿quién está contra nosotros? (Rom 8, 31)
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