El tercer capítulo de la obra colectiva Creación y justicia. Reflexiones bíblicas sobre ecología integral y economías solidarias se titula “Del ayuno a un cambio de vida” y ha sido escrito por Neddy Astudillo, ecoteóloga venezolana y pastora de la Iglesia Presbiteriana de EE.UU.
En este texto la autora nos dice que ya Isaías afirmaba que el verdadero ayuno no consiste en rituales vacíos, sino en acciones que restauran la justicia: “romper las cadenas de injusticia, compartir el pan con el hambriento, dar refugio al desamparado y vestir al desnudo” (Is 58,6-7). Dios nos llama a pasar de la
abstinencia individual a una solidaridad activa que ponga la fe en movimiento. Este ayuno no es un ejercicio privado, sino una respuesta comunitaria que reconoce el dolor de los pobres, de los marginados y de la creación herida.
Hoy, nuestro consumo tiene consecuencias profundas para el planeta y para nuestros hermanos y hermanas. Isaías nos desafía a revisar nuestras elecciones cotidianas: ¿de dónde vienen los alimentos que comemos?, ¿a quién afectan nuestras compras?, ¿qué cadenas de injusticia sostenemos sin darnos cuenta? El ayuno que Dios pide implica un compromiso con la justicia ecológica: conocer nuestro territorio, apoyar a los campesinos locales, cuidar los ríos, proteger la biodiversidad y construir relaciones de consumo responsables. El cambio climático no se resolverá con esfuerzos aislados; necesitamos poder colectivo para transformar los sistemas que generan desigualdad y destrucción.
El ayuno auténtico es un camino hacia la esperanza. Cada acto de cuidado, cada decisión consciente, cada gesto de solidaridad suma para acercarnos al Reino de Dios. Isaías nos invita a no vivir nuestra fe como un conjunto de normas, sino como un proyecto de amor que defiende la vida en todas sus formas. Al escuchar “el grito de la tierra y el grito de los pobres”, descubrimos que el ayuno no es solo
dejar algo, sino dar espacio para que florezca la justicia y la compasión.
Ayunar, según Isaías, es mucho más que privarse de alimento: es elegir vivir de forma coherente con el proyecto de Dios para toda la creación. Es reconocer que no podemos servir a Dios sin comprometernos con la justicia, la equidad y el cuidado de la casa común. En tiempos de crisis ambiental y social, este llamado nos interpela profundamente: transformar nuestras prácticas de fe en acciones colectivas capaces de sanar relaciones, restaurar vínculos y abrir caminos de esperanza.
Esta semana, detente y pregúntate:
¿Qué decisiones de consumo podría replantear para vivir de forma más coherente con mi fe?
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