Parece, para los adultos, que es muy difícil la tarea de educar y poner límites sin emplear la violencia en contra de niñas y niños, por lo que para muchos resulta más sencillo caer en la tentación de gritar y pegar sin medir las consecuencias que esto trae consigo. Para evitarlo, los adultos podemos detenernos a respirar hondo y hacer una pausa para pensar desde una visión diferente e iniciar un proceso reflexivo acerca de cómo estamos ejerciendo la autoridad, pensando las expectativas que colocamos en ellos, las maneras en que podemos transmitir seguridad, usando un tono de voz firme, tranquila y manteniendo un contacto visual con ellos que nos permita observar cuál es la visión de ellos a nosotros.
Diálogo: a partir de conversaciones, podemos guiar a los niños y niñas a imaginar y expresar los anhelos, emociones, metas para su vida, así como compartir momentos de reflexión acerca de las consecuencias de las acciones que realizan, hablar de los conflictos y encontrar maneras para solucionarlos, compartiendo sus gustos, teniendo algunos códigos, y poder lograr una conexión que ayudará a los pequeños a que presten más atención y demuestren su conocimiento sobre aquello que deseamos enseñarles.
Compartir momentos de esparcimiento: es otra manera que pueden transmitir ideas, además de ir estimulando el lenguaje, a su vez, proporciona más elementos cognitivos y emotivos, para que comprendan lo que las personas adultas esperan de ellos, actividades como lectura de cuentos, juegos de roles, entre otros.
Demostraciones explícitas de cariño: Por ejemplo, un abrazo es un gesto cálido y poderoso mensaje en donde calma la sensación de angustia, el desborde de sus emociones y les permite expresarlas para transmitirlas adecuadamente.
Ante un comportamiento inadecuado, platiquen sobre lo ocurrido, prestando escucha, actuando con gentileza, implica amabilidad y respeto; la firmeza, no significa violencia ni autoritarismo, sino fortaleza y claridad, para poner límites y cuidar que se cumplan.
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