Confrontados como estamos, el tiempo se nubla. Corren rápidamente los días. Las campañas políticas se alejan cada vez más de los ciudadanos de a pie. Muchos católicos se preguntan: ¿qué hacer? En el decálogo del laico católico ante el contexto electoral del 2 de junio, producto de la pluma y del valor del obispo de Cuernavaca, don Ramón Castro, se puede encontrar una respuesta.
Contiene diez ideas o acciones de fácil digestión: amor a la Patria y legado a la descendencia; realismo en la observación de lo que acontece en ella; búsqueda incesante del bien común; ver a los candidatos en su totalidad; entender que los bienes deseados deben tener un valor general; contribuir positivamente con la sociedad; compromiso con la participación política; discernimiento del voto; responsabilidad de ir a votar y, finalmente, respeto de los resultados de la elección.
Son los principios básicos de la democracia y los principios de los que emana la Doctrina Social que parece el secreto mejor guardado de la Iglesia católica, pero que constituyen una fuente de sabiduría surgida del Evangelio. No es cosa del pasado. Tampoco una antigüedad que ya no le dice nada al mundo de hoy. ¡Al contrario! Se trata de la novedad refrescante de la verdad, del bien, de la belleza de una Palabra, la Palabra de Dios, que alumbra las decisiones difíciles, que da sentido a los actos y que nos enseña a vivir en comunidad.
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