Y volvieron las clases! Desde este lunes los niños regresaron a la escuela y pareciera que la ciudad se contagió de la algarabía de los miles de alumnos que iniciaron el curso escolar. Desde temprano nuevamente comenzó el tráfico en las calles: autos, motos, bicicletas, señoras y señores caminando de prisa, para llevar a sus hijos a la escuela.
Los niños regresan con la ilusión que les despierta una nueva mochila, conocer a la maestra, volver a reunirse con los compañeros, usar los cuadernos y libros nuevos y recién forrados, abrir el estuche y estrenar colores y lápices… en fin, el inicio del nuevo ciclo es siempre motivo de alegría y regocijo en los alumnos.
Qué alegres van los pequeños de la mano de sus papás, que con satisfacción, esperanza y ternura los dejan a las puertas del colegio en el que darán pasos firmes para forjar su futuro; y qué ajenos están de sus pensamientos y esfuerzos para lograr este nuevo paso en su formación. Pago de inscripciones, compra de útiles, de uniformes, zapatos, tenis, son solo algunas de las preocupaciones de los papás, que representan un pago significativo con un hijo, pero cuando se tiene que multiplicar por dos, tres, o más hijos, resultan gastos que exceden muchas veces el presupuesto familiar.
Aún, después de tantos años, cuando paso por los anaqueles de los supermercados donde están los materiales escolares, no puedo dejar de sentir un cosquilleo en el estómago, recordando aquellos días en que preparábamos la entrada a clases de nuestros 7 hijos. Cuando hoy me preguntan ¿cómo lo hicieron? Sinceramente no sé qué responder; pero tengo la certeza de que la Divina Providencia siempre estuvo con nosotros, en el lugar y momento preciso para resolver cualquier obstáculo que impidiera a mis hijos ir felices a su primer día de clases.
Hoy los padres de familia tienen mayores preocupaciones; porque la escuela lejos de ser, como debiera, su mejor aliada en la educación de los niños, se puede convertir en una amenaza por los contenidos de los libros de texto y los supuestos planes de estudio de la Nueva Escuela Mexicana.
Hoy los papás no pueden dejar a sus hijos en las puertas de la escuela, tendrán que entrar con ellos, participar y hacer comunidad con los maestros y directivos, hacer equipo para lograr una educación de mayor calidad, “ahogando el mal en abundancia de bien” y convirtiendo esta perversa intromisión del estado en los derechos de los padres, en una oportunidad para hacer alianza con los centros escolares en beneficio de los niños y de México; formando hombres y mujeres de bien, “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
No dejemos que nada, ni nadie, borre esa sonrisa de los labios de nuestros niños, que acuden a la escuela con alegría, confianza y la esperanza de un gran futuro.
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