Consuelo Mendoza
La princesa llegó a la edad en que debía desposarse, por lo que el rey convocó a príncipes y nobles de los alrededores a un torneo de tiro con arco. Aquel que lograra que la flecha llegara hasta el otro extremo del enorme lago, tendría la mano de su amada hija.
La noticia se extendió rápidamente y comenzaron a llegar caballeros de diferentes reinos que anhelaban lograr ser dignos de casarse con la hermosa doncella. Comenzó la contienda y uno tras otro iba perdiendo la oportunidad, pues ninguno de los competidores lograba alcanzar la otra orilla del lago; mientras que la princesa los observaba desde su balcón y suspiraba cada vez más entristecida.
Un día, a la hora del crepúsculo cuando la luna y el sol se encuentran por unos instantes, llegó un joven desde un lugar lejano, que sin perder tiempo, se colocó en la orilla; apuntando hacia el cielo tensó el arco y lanzó la flecha no solo atravesó el lago, sino que siguió su curso hasta perderse en el bosque.
La princesa se llenó de alegría por el triunfo del apuesto pretendiente, mientras que los curiosos, que permanecían en el lugar, aplaudían sorprendidos por semejante proeza. El rey complacido le preguntó:
“¿Cómo lograste que la flecha atravesara el lago?”
pero el joven taciturno les respondió:
“¿El lago?, yo quería atravesar la luna por mi princesa”
Sabemos que la época que nos ha tocado vivir es de crisis. Los problemas a los que ya se enfrentan las nuevas generaciones son obstáculos difíciles de superar. Nuestro trabajo como educadores debe enfocarse a enseñar a nuestros hijos o alumnos, un camino de esfuerzo, de tenacidad, de optimismo y de esperanza, Ayudarlos a forjar con el esfuerzo de cada día un espíritu con altas miras y con ideales que tengan como meta el cielo.
“Es esencial que no se les robe a nuestros jóvenes la esperanza y la posibilidad de emplear su idealismo y su talento en remodelar el futuro de su país, es más, de toda la familia humana”.
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