Sin duda, estamos viviendo días difíciles; los resultados de las votaciones para elegir a quienes llevarán las riendas de nuestro país, sorprendentemente no han sido lo que un gran número de mexicanos habíamos deseado.
Como nunca, se logró un gran movimiento social. Hartos de la violencia y la impunidad, millones de ciudadanos despertamos y nos manifestamos en marchas tumultuosas, y pudimos identificar nuestra voz a través de las voces calificadas de intelectuales, empresarios, líderes sociales, medios de comunicación y redes sociales.
Hastiados de los partidos políticos y ansiosos de encontrar a la persona que nos representara, de improviso nos llegó Xóchitl, una mujer sin miedo, empática, carismática y con una sencillez que permite conectar con ella de inmediato. El domingo, la esperanza y el ánimo se exaltaron al ver, como nunca en mi larga vida, a tantas personas yendo a votar, conscientes de la importancia de su participación.
Lo sucedido el domingo ya hoy es historia. No soy política, ni pretendo hacer un análisis de lo que ocurrió; las ilusiones y las expectativas se fueron desvaneciendo ante los resultados contundentes.
Hoy estamos tristes, muy tristes. A mi alrededor advierto la desolación de muchos que teníamos la esperanza de un cambio en el rumbo y en las políticas públicas y ahora sabemos que será más de lo mismo, y seguirán en la misma dirección.
Pienso en la ancianita que durante 4 años padeció cáncer y no recibía el medicamento para mitigar el dolor; en mi amiga que murió porque el hospital no tenía los insumos necesarios; pienso en los cientos de fotografías de personas que rodean por completo la hoy llamada “glorieta de los desaparecidos” en Guadalajara, en los niños con un futuro incierto porque son víctimas de las políticas educativas ideologizadas, en los migrantes, en las madres buscadoras.
Pienso en el miedo que se ha apoderado de los habitantes de nuestras ciudades y pueblos… pienso en aquellos que, ´por una dádiva, han comprometido su futuro y el de su familia.
La tristeza es un dolor del alma; no la podemos evitar “porque despierta nuestra atención ante un posible peligro, o ante un bien no atendido”.
Pero también dice Santo Tomás que “Hasta el sabio sufre tristeza, pero su razón no es usurpada por el dolor”
Quizá, después de llorar un poco, logremos ver con claridad que “en nuestros renglones torcidos, Dios siempre escribe recto”. Que ésta ha sido una lección más y nuestra gran oportunidad de despertar y unirnos como pueblo mexicano, que se manifiesta, exige y denuncia; pero también construye, edifica y se organiza al margen y a pesar de un gobierno autoritario. Hoy podemos reconocer y enmendar los errores que nos han traído a esta realidad, recomenzar el camino de la búsqueda del bien común.
“Aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera” Santa Teresa de Avila.
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la Fe.
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