Rosy es una de las seis mujeres que desde hace muchos años coincidimos en el camino y formamos lazos de amistad, de estudio, de apoyo, de complicidad, y a pesar de nuestras grandes diferencias, éstas no han sido más fuertes que el cariño y la solidaridad que nos han mantenido unidas a pesar del tiempo, las distancias y los giros que han dado nuestras vidas.
Desde hace más de dos meses Rosy está hospitalizada; ingresó a la clínica para que le realizaran una cirugía que aparentó ser exitosa y le permitió regresar a casa con la ilusión de festejar la Navidad en familia. No fue así, a los pocos días nuevamente fue internada por complicaciones cada vez más severas, que hoy la mantienen luchando por su vida.
Su sencillez, generosidad y prontitud para ayudar a los demás, su capacidad para admirar la naturaleza, la humildad para saber pedir un consejo, su resiliencia, son solo algunas de las virtudes con las que Rosy había enriquecido a nuestro pequeño círculo de amigas; pero hoy que depende totalmente de los cuidados de otros, cada día nos regala una lección de amor y fortaleza.
Cuando hace unas semanas le pregunté cómo se sentía, refiriéndome obviamente a su estado de salud, ella me respondió: “¡feliz muy feliz porque acabo de recibir a Nuestro Señor!” sin mencionarme el evidente dolor y las molestias de la nueva cirugía; y cuando poco antes de perder la consciencia recibió la unción de los enfermos y la absolución, le confió a nuestra amiga que la acompañaba: “¡ya la hicimos!”.
Ya no podemos platicar más, pero sigo aprendiendo de ella a través de su familia y de tantas personas que la han rodeado y cuidado en estos momentos tan difíciles y me doy cuenta que no conocía la grandeza de su corazón y la profundidad de su alma tan llenos del amor que siempre ha sabido dar.
A veces vivimos con tanta prisa, estamos tan ocupados en lo cotidiano, que nos olvidamos de lo verdaderamente importante; planeamos, opinamos, trabajamos, juzgamos, hasta que un día en un momento, todo se detiene, pierde sentido, y solo queda lo que a lo largo de la vida hemos sembrado. “Al atardecer de la vida seremos examinados en el amor” (San Juan de la Cruz).
Dice el Papa Francisco que “la amistad es un regalo de la vida y un don de Dios. Los amigos fieles, que están a nuestro lado en los momentos duros, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su presencia amable”.
Hoy sé que Rosy está preparada para responder la gran pregunta: ¿Has amado? Porque tiene las manos vacías de dar y el corazón lleno de nombres.
Gracias amiga, por tu bondad, testimonio y ejemplo.
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