Cuidar a nuestras nietas, es una de las actividades que mi esposo y yo más disfrutamos. Estar con ellas nos exige el cien por ciento de nuestra atención, ingenio, energía y paciencia; si alguna de estas condiciones comienza a fallar, su sonrisa, un abrazo, o un “te quiero” son suficientes para qué, desde los más profundo del corazón, surjan nuevos bríos.
Sin duda, tener nietos es una gran bendición y un regalo de la vida; es también una nueva oportunidad de amar y dar, convirtiendo nuestra condición de abuelos, en una de las experiencias más importantes y gratificantes de nuestra vida, que ya ha recorrido un largo trecho.
Como muchos más, esperamos con alegría el próximo domingo 28, en se llevará a cabo la IV Jornada Mundial de los abuelos, instituida por el Papa Francisco para celebrar, sí, a los abuelos, pero también a todos los ancianos, reconociendo su aporte y gran valor para la sociedad.
No todas las personas de la tercera edad vivimos en un entorno saludable, y a veces, hasta privilegiado; el Papa en esta ocasión nos pide reflexionar y recordar a todos aquellos ancianos que viven una realidad distinta, víctimas del abandono, del olvido y de una sociedad que los margina y deshecha cada vez más. “La soledad es, lamentablemente, la amarga compañera en la vida de tantos mayores que son víctimas de la cultura del descarte. ¡No podemos olvidarlos! Por eso he elegido este tema para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores: “En la vejez no me abandones” (Papa Francisco).
Cuando veo a hombres y mujeres viejecitos en estado de indigencia, me pregunto: ¿cuál será la historia de su vida? ¿qué circunstancias los empujaron a vivir en esas condiciones? ¿Tendrán alguna familia? Y no deja de sorprender la indiferencia y el mal trato de la mayoría de las personas que cruzamos por su camino.
Ciertamente existen circunstancias específicas en las que, ya sea por voluntad propia, o por decisión de la familia, se decide el ingreso de la persona mayor a una casa de descanso en la que puedan ser debidamente atendidos y cuidados; pero siempre con el contacto y cercanía amorosa y constante de la familia que busca el mayor bien para el anciano. Dolorosamente, en esos mismos sitios hay muchos casos de abandono total, de olvido y de ingratitud, sin importar la situación socio económica.
En numerosas ocasiones no son las enfermedades ni la vejez la causa de la muerte, sino el abandono y la soledad; por el contrario, el contacto y amor a los abuelos y familiares ancianos, es una gran oportunidad para la educación de los hijos, pues es en el día a día de la convivencia familiar donde sembramos los que algún día, todos cosecharemos.
Hoy Su Santidad, además de concedernos la indulgencia plenaria a quien desee aprovecharla, nos brinda una gran oportunidad para otorgar a los ancianos el lugar que les corresponde, fomentando la gratitud, defendiendo su dignidad y haciéndoles sentirse amados. Y, a los abuelos afortunados nos da la oportunidad de exclamar: “¿Cómo agradeceré al Señor todo el bien que me ha hecho?” y ocuparnos de aquellos amigos o familiares que se encuentran más solos.
“A todos nosotros, acostumbrados a la idea de que la soledad de los ancianos es un destino inevitable, Rut nos enseña que a la súplica “¡no me abandones!” es posible responder “¡no te abandonaré!”
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