Consuelo Mendoza
La violencia, esa que tanto nos preocupa, se va apoderando poco a poco de nuestra sociedad, filtrándose en nuestro entorno, en nuestra familia y en nuestras vidas. No se trata del crimen organizado, sino de las actitudes que día a día se van generando y son hostiles, agresivas y desproporcionadas con nuestros prójimos, ante cualquier percance o situación que se presenta en el día a día. La ira es la principal protagonista en las noticias y la vida cotidiana en las calles, en las escuelas y en cualquier lugar.
Los videos de agresiones tanto físicas como verbales son los más vistos y compartidos en las redes sociales, desatando todo tipo de comentarios que van desde el rechazo hasta la justificación de lo grabado, pero familiarizándonos a todos con las actitudes violentas.
Algunos sucesos, como la golpiza despiadada que varios estudiantes poblanos propinaron a otro joven, se convierten en noticia por algunos días, hasta que haya un nuevo suceso violento que despierte la curiosidad, el morbo o la indignación.
Quienes queremos vivir desde la fe, no estamos exentos de practicar la violencia, y tenemos una gran responsabilidad no solo para procurar la paz, sino para vivirla, sembrarla y transmitirla en nuestra familia y nuestra comunidad; esa debe ser nuestra verdadera lucha cotidiana: “Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros… la exigencia es construir la paz, “hablando no con la lengua, sino con manos y obras” (Papa Francisco).
Todos queremos una mejor sociedad y un mejor país en el que sean posibles la justicia y la paz, en la que todos tenemos que participar; para lograrlo es necesario que comencemos con la transformación de nosotros mismos; porque el reino de Cristo comienza en cada corazón que rechaza el mal y busca siempre el bien, la gracia, la justicia, el amor y la paz. “…como esté dentro de ti la raíz del amor, ninguna cosa más que el bien podrá brotar de tal raíz” decía San Agustín.
Ante la violencia digamos al Señor las palabras de nuestro Papa Francisco: “Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta Señor”.
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*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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