¿Debemos transitar necesariamente por combates y disputas?

ES MUY LAMENTABLE cualquier situación –sencilla o complicada- en donde aparezcan palabras como guerra, pleito, conflicto, gresca, persecución, agresión, conflagración, injusticia, querella; será preferible quedarnos en palabras como discusión, debate, disentimiento, polémica, desacuerdo, competencia…

AUNQUE LA HISTORIA humana esté marcada por enfrentamientos entre individuos, grupos, pueblos o naciones, no podemos afirmar que tal sea nuestra condición y esencia, que debamos transitar –necesariamente- por combates y disputas; más bien es obligado subrayar que, debido a la inteligencia y la libertad, el ser humano está enfocado a construir la paz y el orden, la promoción y el respeto para todos…

MÁS LAMENTABLE AÚN, si en nuestras riñas involucramos a Dios o enarbolamos ideales mediocremente entendidos y malévolamente manipulados, como cuando hablamos de soberanía nacional, de autodeterminación de los pueblos, de transformación renovadoras, de tiempos nuevos y modernos, de derechos de sucesión, de liberaciones y emancipaciones cargadas con tufos de violencia y no con el fresco aroma de la auténtica justicia y la verdadera paz…

COMO SI MIS PASOS estuvieran dictados por una oscura (pero no malévola) obligación, me metí a la librería sin propósito definido por autor o título preciso, sino más bien como para satisfacer la curiosidad panorámica de las tendencias y novedades editoriales; y en menos de lo que te estoy platicando, y como si un imán incontrolable atrajera mis ojos y mi voluntad, bajé la mirada y en un rincón –escondido como la muñeca fea- vi un título ya utilizado por otros autores (Juana de Arco) pero de una autora desconocida para mí (Helen Castor)…

POR SUPUESTO QUE revisé y hojeé con avidez pacmánica (¿pac-qué?, ¡sí!, como aquel juego llamado Pac-Man, que salió a la luz el 22 de mayo de 1980 -¡hace 42 años!- y que consistía en un círculo que devoraba evitando ser devorado) y resolví comprarlo por su actualidad y perspectiva, es decir, los hechos en torno a Santa Juana de Arco son los mismos, pero el ambiente histórico y el análisis que hace la autora le da un plus peculiar: ¡lo estoy leyendo y estoy disfrutando!…

DE HECHO, LO DICHO en los tres párrafos iniciales de hoy retoma la reflexión que me ha motivado esta nueva biografía de la Doncella de Orleans, que viene a confrontar lo que está sucediendo al otro lado del mundo, donde un invasor (como en aquel entonces los ingleses) agrede y destruye a un pueblo por mero afán expansionista (como lo sufrieron los franceses) y todos justificándose en una supuesta voluntad divina que no era sino ambición política inhumana…

HEMOS CONSTRUIDO modelos de organización social y política que distan mucho de la perfección y eficacia, pero por angas o por mangas unas se han establecido y funcionado y otras se han impuesto y las quieren hacer funcionar porque así conviene a vaya-ustéa-saber-quién; tales modelos han sido basados en tradiciones o ideologías, se han originado por conflictos o pactos, y hasta por principios teológicos o pragmáticos…

UNA PREGUNTA OCIOSA sería cuál de tantos sistemas de gobierno es el aprobado por Dios, el que se ajusta a su voluntad sobre los hombres, el que responde a sus planes y designios; y puesto que la ociosidad es madre de todos los vicios, más bien hemos de enfocarnos en buscar que todo sistema de organización social, política, económica o cultural, responda a valores e ideales universales, que deje atrás toda opresión e injusticia, todo sometimiento absurdo y nocivo, que respete la justa pluralidad y variedad que enriquece al hombre…

ME IMPACTA LEER que Santa Juana de Arco se doliera de los estragos que causaba a sus enemigos ingleses, y también me impacta que –no obstante lo peculiar de su misiónsupo ajustarse a las leyes y esquemas que regían en su momento histórico y su ambiente cultural; bien harían los estrategas y consejeros políticos y militares en estudiarla y entenderla para mejorar su propia acción y -¿por qué no?- solicitar su amparo e intercesión…

MÁS DIFÍCIL Y PESADO fue para esa muchachita analfabeta discutir, debatir, dialogar, disentir y defenderse ante el tribunal que la juzgó, que las múltiples batallas que lideró sin haber causado una sola herida al ejército invasor; y aunque yo mismo me esté dando un balazo en el pie, diré que a veces preferiría un sabroso zipizape a catorrazos que una discusión donde el interlocutor de plano se cierre en su necedad y obcecación diciendo que tiene otros datos, sus propios datos…

 

angelusdominical@yahoo.com.mx

El padre Eduardo Lozano es sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México.

 

Más de este autor: ¿Por qué a Jesús de Nazaret lo llamaron maestro?

P. Eduardo Lozano

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